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Editorial
Miércoles 10 de febrero de 2016
Deserción y acceso en educación superior
No todas las instituciones, particularmente las más selectivas, están interesadas en capturar a estos estudiantes [menos preparados por el sistema escolar], ya sea porque no están preparadas para lidiar con un cuerpo más heterogéneo de alumnos, o bien porque tienen tantos postulantes de altas habilidades que solo seleccionan entre ellos...
En todo el mundo, y Chile no es la excepción, el acceso masivo a la educación superior plantea diversos problemas. Hay dos que son de particular relevancia, por los costos que tienen potencialmente para el sistema y por la frustración de expectativas que ello puede suponer para los estudiantes y sus familias. Por un lado, un sistema masificado implica que, en promedio, los estudiantes adicionales que ingresan tienen menos habilidades que los entrantes originales. No todas las instituciones, particularmente las más selectivas, están interesadas en capturar a estos estudiantes, ya sea porque no están preparadas para lidiar con un cuerpo más heterogéneo de alumnos, o bien porque tienen tantos postulantes de altas habilidades que solo seleccionan entre ellos. Otras que sí los seleccionan no siempre invierten lo suficiente en asegurar su éxito académico, y asumen el hecho de que van a tener una alta deserción (por supuesto, también hay circunstancias económicas complejas en los hogares de procedencia que no son controlables por las instituciones de educación superior). Esa deserción es costosa para el sistema -aunque, como se indicaba, no necesariamente para una institución específica que está acostumbrada a esta realidad- y también para los estudiantes y sus familias.
Por esta razón, diversos sistemas de educación superior intentan minimizar estos problemas a través de incentivar a las casas de estudios con premios y castigos, por medio de diversos mecanismos, para evitar que esta situación se presente en demasía. En nuestro país estas políticas están pendientes, toda vez que las tasas de deserción son relativamente altas, incluso en las universidades selectivas, fluctuando entre 20% y 50%. Es cierto que parte de este fenómeno encuentra su explicación en los cambios de carrera, pero debería ser responsabilidad de las instituciones ofrecer programas que se hagan cargo de esta realidad, por ejemplo con una formación inicial más general. Si la institución no asume ningún riesgo en estos casos, se vuelve indiferente a la realidad y a las demandas de sus estudiantes. Esta falta de flexibilidad explica también que las carreras en Chile no solo sean largas, sino que además el tiempo efectivo de graduación exceda en alrededor de dos años la duración nominal. Y esto es cierto no solo en los programas menos selectivos, sino también entre aquellos que captan a los mejores estudiantes. Que este fenómeno se dé en todas las instituciones revela el grado en que ellas se han acostumbrado a funcionar sin una real preocupación por el destino de sus estudiantes. Esta es una situación que obviamente requiere revisión.
Por otro lado, en los sistemas masivos de acceso a la educación superior suele ocurrir que las instituciones crean nuevos programas para adaptar los existentes a un grupo de estudiantes con menos habilidades de estudio. Sin embargo, muchos de ellos no logran satisfacer los estándares de los programas originales y a menudo tienen menos pertinencia. Este es un desafío para las agencias públicas y privadas que aspiran a asegurar la calidad de las diversas instituciones y carreras. En este proceso es importante que se ponga énfasis en esta dimensión específica antes que en otras que intentan moldear a las instituciones, más que asegurar que cumplan su propia misión con altos estándares de calidad. Muchas veces el mal diseño de estos programas eleva la deserción, en parte porque son demasiado ambiciosos y no preparan suficientemente bien a los estudiantes aceptados, particularmente en aquellas habilidades más carenciadas y que explican que ellos estén postulando a instituciones poco selectivas. Si no se activan políticas que hagan frente a este comportamiento de las instituciones de educación superior, las tasas de deserción van a seguir siendo elevadas.