Tal como se anunció el año pasado, la crisis provocada por la ola de refugiados se ha convertido en el principal factor de riesgo político para la continuidad de la Unión Europea. Desde que en septiembre pasado más de un millón de personas iniciaron su éxodo desde Siria, Afganistán, Irak y parte de África, la UE ha sido incapaz de acordar una respuesta conjunta para evitar su muerte en el cruce del Mediterráneo y ofrecerles asilo en condiciones propicias.

Mientras, la tensión en la región aumenta, y quedó de manifiesto con la denuncia de un centenar de mujeres que reportaron haber sido asaltadas en la ciudad alemana de Colonia la noche de año nuevo, por una banda de más de mil extranjeros, de origen "árabe o africano". A pesar de los esfuerzos por desligar a los refugiados de los hechos, los ataques han sido seguidos por actos violentos contra campamentos de refugiados, y manifestaciones en varias ciudades del país en contra de la política migratoria de puertas abiertas de la canciller, Angela Merkel. A menor escala, también se reportan protestas e incidentes en otros países con alta presencia de refugiados, como Suecia, Francia e Inglaterra.

El malestar ha dado impulso al surgimiento de un movimiento de derecha extrema, que ha sido claro en postular el fin de la Unión Europea. En Alemania, donde desde el fin de la Segunda Guerra Mundial parecía imposible la consolidación de un partido a la derecha de la Democracia Cristiana, la agrupación Alternative für Deutschland (AfD, Alternativa para Alemania) aparece como la tercera fuerza política en las últimas encuestas. AfD, que surgió en 2013 con una plataforma enfocada en contra del euro y el salvataje a Grecia, ahora ha asumido el liderazgo en el discurso antimigratorio, exigiendo mayor control, incluso armado, de las fronteras alemanas y de la UE.

No se trata solo de Alemania. La derecha extrema registra un alza en Suecia, Italia, Bélgica, Austria y Francia, entre otros. También se está utilizando como uno de los argumentos a favor de que el Reino Unido deje la UE. En su primera rueda de prensa, realizada hace dos semanas, el Frente de las Naciones y la Libertad (ENF), constituido por 38 parlamentarios europeos de derecha, declaró: "Finalmente el Tratado Schengen (que elimina los controles fronterizos) murió y la Unión Europea se está cayendo a pedazos".

A un año de iniciada la crisis, la UE ha sido capaz de ubicar de manera permanente solo a 400 refugiados entre sus países miembros. Mientras, cientos de miles se aglomeran en improvisados campamentos en Alemania, Suecia y Grecia. Estimaciones conservadoras proyectan que este año la región recibirá a otro millón de personas en busca de asilo. Otros hablan de un éxodo potencial de 10 millones de personas hacia el continente europeo.

La UE debe apurarse en encontrar una solución humanitaria y permanente al drama de los refugiados no solo en cuanto a otorgarles asilo, sino también en cuanto a facilitar su integración a sus nuevos países. De lo contrario, los partidos de extrema derecha seguirán capitalizando el descontento y temor de los ciudadanos, hasta ganar suficiente fuerza para terminar con el proyecto de paz europeo.