Brutal a ultranza, ineludiblemente conmocionadora, "La noche obstinada" -coproducción del GAM que estrenó en 2014 y repone ahora- es un logro excepcional. Cuya lectura más obvia responde al propósito declarado de su creador, el laureado coreógrafo argentino Pablo Rotemberg: es una evocación de las míticas fiestas Spándex en el ruinoso Teatro Esmeralda de calle San Diego, que a inicios de los 90 fueron un espacio de liberación y desenfreno de quienes durante toda su juventud sufrieron la más severa represión. Un lugar en que todo estaba permitido: disfraces, travestismo, desnudez, droga y sexo en público.
Si bien las evoca y partió de una investigación testimonial, no intenta recrearlas; alude más bien al estado de ánimo que se vivió en ellas. Lo que se muestra en una secuencia de cuadros, es a unos jóvenes que quieren por fin pasarlo bien sin prohibiciones de ningún tipo, buscando "abrir la mente", el eslogan de Spándex. Ello se expresa mediante la corporalidad de sus ejecutantes, 5 bailarines y dos actores (dos mujeres entre los 7). Junto al desborde, está la otra cara, la del deseo deliberado de olvidar el horror y el sufrimiento ocultos tras la alegría falsa de la fiesta.
De modo que, pese a los desnudos completos y los coitos simulados de todo tipo, no hay nada de hedonismo en escena. El sexo es pura animalidad ("no te enamores de mí", dice uno). Las periódicas descargas de violencia física -de cada cual contra sí mismo, de todos contra uno, una larga e insoportable agresión de un hombre contra una chica con sobrepeso- resultan estremecedoras, revulsivas. Son seres que replican la brutalidad habitual en la sociedad que los rodea. El clima es desesperanzado, triste, de hondo desaliento. Uno de los pasajes más potentes es cuando un joven que vive su fantasía de ser una mujer bella y frágil, 'dobla' una canción pop con su rostro retorciéndose en pavorosas muecas de angustia y desesperación impotente. Así la entrega adopta también signos deformes y monstruosos.
Aunque su autor es coreógrafo y ciertamente contiene pasajes de danza, el lenguaje corresponde más bien al de una performance escénica en que predomina el gesto, y este se cruza a veces con textos hablados. El elenco ofrenda su desnudez como si no quisiera reservar nada de sí, y despliega una energía física arrolladora e impresionante resistencia al dolor. La selección musical que acompaña las evoluciones incluye temas 'pop' (de Cecilia, Mina, Barry Manilow, entre otros), pero también fragmentos de música barroca y otros compositores "cultos".
Pero ya que ninguno de los "performers" pudo estar por su edad en las Spándex, tampoco su autor, esta es una mirada al pasado desde el presente, y se puede entender que implica una opinión sobre el Chile de hoy. Expone una realidad actual que heredó la violencia, con ella expresada -tras la fiesta del "milagro económico"- en la pérdida de toda fe, en la hostilidad cotidiana en nuestra vida pública y privada. Al fin y al cabo esta propuesta, una de las más potentes y transgresoras que se hayan creado aquí, termina por parecernos tanto más estimulante y radical que "La idea fija", obra con la que Rotemberg triunfó en Buenos Aires (cinco años en cartelera) y que visitó el GAM en 2013.
En Centro GAM, hasta el domingo 14 de febrero.