No debería transformarse en materia de debate nacional cómo el nuevo seleccionador establecerá tácticamente a la Roja. Menos si el diseño será estratégicamente ofensivo. Ambas situaciones pueden perfectamente preverse de acuerdo a lo desarrollado por Juan Antonio Pizzi en su carrera.
Más allá de que su dibujo táctico haya sufrido ciertas modificaciones -el proceso evolutivo parece estar amparado en la búsqueda del juego de posición ofensivo- lo concreto es que el diseño Pizzi tiende al equilibrio defensivo como principio, a la posesión como instrumento y a la permanencia en sector rival como método de desarrollo de la labor ofensiva.
Cierto es que dichas claves no distan mucho de las actuales obsesiones técnicas a nivel mundial y también que el propio Pizzi ha mostrado irregularidades en la conformación de estos ideales. Pero al menos no podrá decirse que la Roja estará huérfana de conceptos cuando inicie su nuevo proceso.
Lo fundamental, entonces, no será descubrir qué querrá hacer Pizzi en la selección, sino qué capacidad (o voluntad efectiva) tendrá el plantel de adecuarse a las nuevas exigencias.
Los jugadores de la selección en su mayoría han pasado por manos técnicas variadas en los últimos años y han mostrado capacidad de adaptación táctica. Han entendido que cada DT tiene sus principios y que hay que saber adaptarse. Jugar 3-5-2, 4-3-1-2 o 4-2-3-1 no es tema de trascendencia. El problema, entonces, no es de entendimiento conceptual. Pero sí puede ser de convencimiento y de disponibilidad total a los eventuales cambios de visión estratégica.
El grueso de la base de la Roja, esa que ha liderado el proceso de crecimiento exponencial en los últimos años, ha demostrado que tiene ciertos principios futbolísticos que no está dispuesto a transar. El más evidente tiene que ver con la absoluta certeza de que toda planificación técnica debe ir encaminada a la conformación de un módulo que permita la mayor expresión de un sello ofensivo con la búsqueda de variantes que exijan al rival buscar soluciones a un protagonismo permanente.
El otro lado de la medalla, es decir, el trabajo encaminado a reducir las opciones del oponente, está alejado de los cánones establecidos y disgusta sobremanera a los seleccionados, aunque ello haya significado en el pasado reciente (en los encuentros eliminatorios ante Colombia y Uruguay) verse sobrepasados.
He ahí, entonces, donde tiene que ir encaminado el foco del trabajo del DT. Contrario a lo que aconteció con la llegada de Marcelo Bielsa, cuando había que establecer módulos tendientes a explosionar las virtudes ofensivas con el fin de convencer de que se podía jugar "de una forma diferente a la histórica", hoy parece necesario poner acento en la necesidad de encontrar los caminos para el encuentro del equilibrio, para que pasar de dueño de las acciones a obrero de la construcción potencie las capacidades de un equipo con sello definido, pero que aún carece de las herramientas para seguir dando pasos fuertes de calidad.
Pizzi es el llamado a terminar la construcción del mejor equipo chileno de todos los tiempos.