Aunque parezca increíble, la Universidad de Chile tendrá que hacer un proceso de reingeniería a un año de haber sido campeón.
No es común, normal ni frecuente que un técnico esté "ido" desde hace meses, y que toda la temporada se juegue en el partido final de la Copa Chile, que no borrará una campaña de espanto, pero que puede darle una luz de esperanza al equipo para el próximo semestre.
Lo paradójico es que si clasifica a Copa Libertadores, el arranque de Sebastián Beccacece quedará casado a la fase de clasificación del certamen, sin tiempo para enraizar su trabajo, y lo que es peor, sin margen para renovar el plantel.
A la distancia, los errores conjuntos de Lasarte y la directiva para armar el plantel de este año fueron insólitos. Atrapados por la nostalgia de la Sudamericana, la conformación del equipo navegó entre asegurar a los históricos que ya no dan el tono y hacer crecer inorgánicamente la plantilla sin que hubiera beneficios rentables. Pocos se acuerdan que Rubén Farfán no jugó o que el equipo jamás tuvo lateral izquierdo, porque apostaron por... Joao Ortiz.
Ahora se menciona al "Chapita" Fuenzalida como refuerzo para un equipo que ya tiene a Corujo, Rodríguez y Magalhaes, y que obligará al nuevo técnico a hacer una limpieza total en materia defensiva, aunque estará limitado por las contrataciones.
No se recuerda peor campaña de los azules, que ayer frente a La Calera optaron por poner un equipo alternativo reservándose para la citada final, pero hipotecando aún más los números de este certamen, donde -aunque parezca insólito- quedaron peleando los últimos lugares, pese a la fuerte inversión.
Con culpas compartidas entre el cuerpo técnico y los caprichos directivos, la hinchada vio además cómo se desvanecía -otra vez- el sueño del estadio propio. Y, lo que es peor aún, no hay certeza sobre cómo sortearán las onerosas peticiones de Beccacece, que debería obligar a otro ejercicio de equilibrismo de Carlos Heller. El timonel ya ha debido negociar (no sé con quién, a estas alturas) para allanar la salida de su nuevo DT de la Roja, en medio de su ya descrita situación de jugador a dos bandas: ¿Le conviene rentabilizar su inversión en la selección o potenciar a su equipo?
Lo concreto es que en ese partido único del próximo miércoles la U se puede quedar sin título ni Libertadores, lo que supondría una crisis si ya no hubiera previsto la salida de Lasarte, pero que al mismo tiempo le pondría un aprieto extra a su sucesor para recuperar la épica de un equipo que terminó una campaña tan opaca como triste, impropia de los sueños que levantaron a comienzos de año. Y lo que viene será mucha presión para un técnico debutante, que ya no contará con la confianza desbordante de un club que perdió la hoja de ruta.