Claudio Herrera

La tensión espanta la paciencia y exalta las pasiones. Corrían 87 minutos de un partido decisivo para acceder a la 31ª corona del historial colocolino y el equipo albo intenta gastar tiempo metiendo pausa, un escrupuloso freno, a través de la pisada de Emiliano Vecchio, en vez de acelerar y embestir. La reacción de la gente fue inmediata y el murmullo de Pedrero se transformó en una silbatina odiosa.

La película del líder tiene tramas diversas, porque este equipo -con méritos propios para estar en la cima- vive la peor versión del semestre e intenta disimular su descomposición con manotazos, y apelando al oficio de sus piezas más probadas. Justo Villar evitó, otra vez, el empate sacando un cabezazo a Gabriel Vargas, ratificando que sus atajadas abonan varios puntos (ante Antofagasta, la U, O'Higgins).

Una plantilla, que, exprimida al máximo, peleó los últimos cuatro torneos (en 65 partidos ganó 47 y perdió apenas 11, con un 76% de rendimiento), pero que hoy no tiene cómo disimular su estanque vacío.

La astucia de Martín Rodríguez, cuya frescura rompe la norma, tuvo premio en el arco sur (asistencia de Paredes) y pareció alentar un trámite más cómodo, pero la incapacidad para manejar la pelota y juntar pases termina por desnudar un presente frágil del líder y socavar la fortaleza anímica de estos jugadores, poco acostumbrados al dominio ajeno.

La U. de Conce registró un par de llegadas a fondo -con el testazo de Vargas y un envío al poste de Michael Lepe-, pero tampoco tuvo la capacidad para llevar el trámite hacia el colapso albo.

El puntero sacó la tarea. Sin la pelota, metiendo una pausa exacerbante y con energías a la baja. Faltan dos jornadas para gritar el desahogo o bien para seguir el camino natural de las agonías.