Los países emergentes siguen perdiendo dinamismo y su entorno externo se deteriora. Dentro de este grupo, los que más sufren son los exportadores de productos primarios y los que aumentaron en forma importante su endeudamiento mientras el financiamiento era fácil y barato. Estos países sufren ahora los efectos de un mercado de productos primarios deprimido, con menos demanda y precios más bajos, y un deterioro de las condiciones financieras externas.
Dos fenómenos recientes, y que continúan evolucionando, están detrás de estos cambios en el entorno externo. Primero, el mercado de productos primarios sigue de cerca la evolución de la economía china, donde como consecuencia de los ajustes de políticas para corregir vulnerabilidades y transitar hacia un crecimiento más sostenible, la desaceleración ha resultado más pronunciada de lo anticipado y, al mismo tiempo, la composición de su crecimiento ha estado migrando desde la inversión y las manufacturas -componentes importantes de la demanda por productos primarios- hacia el consumo interno y servicios. Segundo, el deterioro en las condiciones financieras externas de los países emergentes está asociado a una serie de factores entre los cuales destacan: (1) el importante incremento que tuvo en los países emergentes la deuda de empresas no financieras como proporción del PIB durante el período 2010-2014; (2) el efecto de la depreciación de sus monedas en el tamaño y el costo de su deuda externa; (3) el deterioro en sus perspectivas de crecimiento, y (4) el inminente inicio de la normalización de la política monetaria de la Fed.
La desaceleración de China tiene causas tanto cíclicas como estructurales. La parte cíclica se asocia a ajustes de políticas para corregir los excesos de capacidad en el sector manufacturero e inmobiliario, y para controlar el alto endeudamiento de empresas y gobiernos locales. La parte estructural está asociada a la reorientación de su crecimiento desde la inversión y las exportaciones hacia el consumo interno y los servicios, y a la caída en el crecimiento potencial.
Este proceso de rebalanceo de la demanda hacia el consumo privado ha progresado en forma muy lenta, dado que la precaria red de protección social fomenta el ahorro por precaución, limitando la expansión del consumo privado. La caída en el crecimiento potencial, a su vez, se debe a una serie de factores: (1) el envejecimiento de la población; (2) la maduración del proceso migratorio del campo a la ciudad, y (3) las dificultades naturales de seguir aumentando la productividad a medida que la brecha de producto per cápita con los países avanzados se reduce.
La economía mundial crecerá menos que en 2014
Todo apunta a que estos cambios en China tendrán efectos duraderos en la demanda mundial de bienes primarios que, unido a los importantes aumentos de oferta motivados por los altos precios del período 2003-2012, mantendrán los precios internacionales de los productos primarios deprimidos por algunos años más. Los bajos precios llevarán naturalmente a una reducción en los nuevos proyectos que, sumado al deterioro natural en la ley de los metales en las minas bajo explotación, morigerará el crecimiento de la oferta disponible en unos años, y corregirá los precios al alza.
En cuanto a las condiciones financieras externas, todo apunta a que las condiciones financieras externas extremadamente favorables que enfrentaron los países emergentes en el período 2010-2014 no se volverán a repetir en el mediano plazo. A lo anterior se agrega que, en países emergentes, cuyas monedas se han depreciado en forma importante en los últimos dos años y donde la inflación también ha aumentado, la política monetaria se ha vuelto menos expansiva, proceso que debiera intensificarse ahora que la Fed se dispone a iniciar su alza de tasas.
La única buena noticia en el entorno externo de los países emergentes es que EE.UU. y la Zona Euro continúan avanzando en su recuperación. En esto EE.UU. lleva la delantera y muestra una recuperación más sólida que los países de la Zona Euro, pero este efecto no es suficiente para contrarrestar los efectos de los cambios cíclicos y estructurales de China, y del alza de tasas de la Fed. En particular, EE.UU. crece en torno a su crecimiento potencial y su tasa de desempleo ya alcanzó un 5 por ciento, exactamente la misma cifra que existía cuando comenzó la crisis financiera internacional.
La Zona Euro continúa su recuperación, pero esta es todavía frágil y su inflación sigue muy baja. En estas circunstancias, dadas las aún amplias brechas de capacidad, la baja inflación, y el riesgo de que su crecimiento y la inflación pierdan fuerza por la desaceleración de los países emergentes, el Banco Central Europeo prepara el terreno para intensificar su dosis de estímulo monetario, con nuevas bajas en la tasa de depósitos de los bancos en el Banco Central Europeo y una ampliación de su programa de relajo cuantitativo.
Por su parte, la situación de Japón es más precaria, ya que en el tercer trimestre ha vuelto a caer en recesión, lo que unido a la baja inflación también abre espacio para que el Banco de Japón incremente su programa de estímulo.
En cuanto a la actividad de los países emergentes, estos continúan su desaceleración, la que va más allá de China. Los emergentes, excluyendo China, enfrentan los efectos de la desaceleración de este último, menores precios de productos primarios, un deterioro de las condiciones financieras, y factores idiosincráticos. Entre los emergentes, destaca la fuerte recesión de Brasil. El gigante de América del Sur sufre los efectos combinados del shock externo, de los ajustes para enfrentar los desequilibrios internos -alto déficit fiscal, inflación anual superior al doble de la meta y déficit en cuenta corriente en torno a 5 por ciento del PIB-, y los escándalos de corrupción asociados a Petrobras. Esto ha resultado en una profunda recesión.
En cuanto a perspectivas para este año, se estima que la economía mundial crecería incluso menos que el 2014, y a la tasa más baja de los últimos 6 años. Destaca la caída de producto que se proyecta para América Latina, especialmente la caída de 3 por ciento en Brasil. Para el próximo año, el crecimiento mundial sería algo mayor al de este año, impulsado por la continuidad de la recuperación en los países avanzados, pero los países emergentes volverían a crecer por debajo de su potencial, aunque algo por encima del muy mal año 2015. En América Latina, en tanto, las proyecciones de crecimiento de sus principales países se siguen revisando a la baja, tanto para este año como para el próximo.
Se debe reconocer que el escenario cambió
Como si esto fuera poco, los riesgos de estas proyecciones son altos y están sesgados a la baja. Los principales riesgos del crecimiento mundial son: (1) un deterioro aún mayor en las condiciones financieras de los países emergentes, gatillado por alzas más agresivas en la tasa de interés en los EE.UU que las proyectadas y/o por una depreciación más pronunciada del renminbi; (2) una profundización de la desaceleración de China, por complicaciones en su proceso de ajuste; (3) la agudización de las tensiones geopolíticas mundiales y los problemas migratorios en Europa, y (4) a nivel de nuestra región, una profundización de la crisis económica y política de Brasil.
¿Cuál es la respuesta adecuada a estas circunstancias para los países emergentes? Lo primero es reconocer que el escenario cambió y que la nueva realidad requiere reformular los programas de gasto público para asegurarse que estos sean sostenibles en el tiempo. También se requiere enfocar las políticas públicas de tal forma de facilitar el ajuste a la caída de precios de productos primarios y, al mismo tiempo, facilitar el proceso de reasignación de recursos de los sectores no transables (servicios y construcción) a los sectores transables (competidores con importaciones y exportadores de productos distintos de los primarios y de servicios). El principal incentivo para esta reasignación de recursos es la pronunciada alza que ya ha tenido el tipo de cambio real. Sin embargo, hay que evitar que esta reasignación se vea entorpecida por rigideces en la legislación laboral, dificultades para emprender, o por carencias y deficiencias en carreteras, caminos, puentes e infraestructura pública en general.
En el caso particular de Chile, hay mucho que avanzar en simplificar y reducir el sesgo antiinversión de la ya aprobada reforma tributaria, y en evitar rigidizar el mercado laboral. Además, se requiere remover de manera decidida y convincente las barreras a la inversión en infraestructura pública y a la expansión de la generación eléctrica de base, y así asegurarnos de que los precios de la energía sigan siendo competitivos. Levantar tales barreras facilitará la expansión de los sectores que producen bienes y servicios que se comercian internacionalmente, lo que, a su vez, ayudaría a estimular la actividad interna. Esto es también una ayuda bienvenida ahora que las políticas monetarias y fiscales van a tener que reducir su sesgo expansivo -para controlar la inflación y evitar un deterioro aún mayor en las cuentas fiscales-, las condiciones financieras internacionales se tornarán menos favorables y los términos de intercambio seguirán muy deprimidos. En estas circunstancia mantener tasas de crecimiento en torno al 2% anual se hará cada vez más difícil, de no mediar reformas que contribuyan a reactivar la demanda y a aumentar la capacidad productiva. En resumen, nuestros desafíos internos siguen siendo los mismos, pero a ellos debemos sumar un escenario externo que no ayuda y que sigue mostrando signos de poder deteriorarse aún más, lo que nos llama a ser prudentes y enfocarnos en los desafíos directos que nos ayuden a facilitar la reestructuración de nuestra economía y a retomar el dinamismo de manera urgente.