Señor Director:

Falta poco menos de dos años para la elección presidencial y poco más de un año y medio para las primarias de los principales bloques políticos. Los candidatos que correrán en esa trascendental contienda de nuestra democracia son todavía un misterio. A diferencia del proceso que llevó a Michelle Bachelet a ser elegida por segunda vez para ocupar el sillón de La Moneda, esta vez no hay ningún político despegado de sus posibles contendores. Nadie está hoy mirando hacia atrás desde la privilegiada posición de quien escapa hacia adelante en las encuestas. De hecho, ni siquiera es seguro que alguno de los nombres que actualmente las encabezan terminen finalmente inscritos en la papeleta en la que estamparemos nuestro voto el 19 de noviembre de 2017. Tampoco están totalmente definidas las cosas en los conglomerados políticos -desde donde surgirán los candidatos-, en momentos en que el mapa político está experimentando una reconfiguración inédita después del fin de binominal.

En este panorama, mucho más incierto que ninguno de los anteriores desde 1990, ¿qué puede ser lo que se viene para Chile en un futuro que está a la vuelta de la esquina, pero cuyos contornos aún demoran en asomar? A estas mismas alturas del período de gobierno anterior, el movimiento estudiantil de 2011 estaba escribiendo con mano firme la agenda política y el guión que iba a dar lugar al gobierno de la Nueva Mayoría dos años después. ¿Qué eventos del momento actual pueden estar determinando la agenda para 2017? En mi opinión, la desaceleración económica, que persistirá en los próximos dos años, dando como resultado el gobierno de más bajo crecimiento de los últimos seis, generará un clima que pondrá al crecimiento como un tema central de la competencia electoral.

Las clases medias emergentes son impacientes e indóciles como ningún otro grupo social. El empleo y el emprendimiento son la base de su notable progreso, y si algunos de ellos, en lugar de crecer como lo vinieron haciendo por años, decrecen por un período significativo, como está ocurriendo, asoma el temor de la volatilidad para una calidad de vida todavía frágil y vulnerable. El candidato que logre representar el anhelo de estos grupos, que constituyen la mayoría del país, de retomar la senda de la prosperidad perdida en estos años, se posicionará en terreno ganador. El escenario político que se acerca no premiará los contenidos políticos reformistas, que de eso hemos tenido hasta la saciedad en estos años, sino que una vuelta a la estabilidad institucional necesaria para retomar el crecimiento. Se trata de una agenda política radicalmente distinta a la que inspiró la elección presidencial de 2013. Quién sepa leer bien sus claves tendrá las mejores posibilidades de competir en las próximas elecciones presidenciales.

Claudio Hohmann