Señor Director:

El lunes 23 de noviembre asistí a una ceremonia de reconocimiento a académicos exonerados de la Universidad Católica. Fui en calidad de hijo de profesor exonerado. En palabras del rector de dicha universidad, don Ignacio Sánchez, este reconocimiento ha llegado, muy a su pesar, bastante tarde.

A partir del año 1973 se quebró la democracia en el país y la Universidad Católica vivió también un quiebre en su tradición, al permitir que un grupo considerable de académicos fuera expulsado debido a sus ideas. El mismo rector reconoció que esto no debiera haber ocurrido nunca, independiente de las circunstancias y del contexto político.

Entre esos profesores estaba mi padre, Luis Scherz García, inspirador y pensador de la reforma universitaria en las universidades católicas a finales de los años 60 (primero la UCV, luego la UC de Chile, antes incluso que en cualquier otra universidad en nuestro país), de acuerdo a las ideas renovadoras del pensador alemán Helmut Schelsky y con la misma dinámica eclesial del Concilio Vaticano II. Proponía que las universidades no fueran solo instructoras de profesiones privatizadoras o meras siervas instrumentales estatales del gobierno de turno, sino también aquel lugar privilegiado de la reflexión crítica, autónoma y procuradora de lo mejor para el bien común, incluidos profesionales con esa mirada solidaria.

Agradezco el gesto del rector Sánchez, que inspira el trabajo en el campo educacional al que nos debemos desde la vida de la Iglesia, reconociendo los errores, pero buscando responder con justicia y riesgo los nuevos desafíos que aún tenemos en el ámbito de la educación escolar y superior.

p. Tomás Scherz
Vicario para la Educación Arzobispado de Santiago