Señor Director:
Raúl Alcaíno, en discrepancia conmigo acerca de las concesiones, afirma que soy un hombre preparado y que puedo más, donde "poder más" debe significar que adopte sus ideas y no persevere en las propias.
Las concesiones son un instrumento útil para producir inversiones en obras de interés público, y lo único que me pregunto es si no estaremos abusando de ellas. Eso es todo. Abusando hasta el extremo en que no ya la democracia, sino las concesiones se nos conviertan en una forma de gobierno.
Externalizar (en el sector privado) y concesionar (en el público) es en cierta manera una forma de eludir responsabilidades y de abaratar costos, aunque en el caso de las concesiones no tengo claro que se abaraten: los ciudadanos rara vez nos enteramos de las muy cuantiosas renegociaciones que en su favor provocan los concesionarios con la complacencia de los funcionarios del Estado que deben controlarlos.
Cuando algunos preguntan para qué necesitamos una nueva Constitución, se les puede responder que, entre otras cosas, es para debatir si lo que conviene hoy a Chile es ese Estado subsidiario que consagra la actual o si deberíamos aspirar mejor a un Estado solidario. Sí, será otra vez la discusión entre liberalismo (mejor, neoliberalismo) y socialismo; o sea, una discusión ideológica, aunque sin que tengamos que cortar la cuerda completamente por uno u otro de esos lados, sino hacer un esfuerzo de inteligencia para demarcar mejor los ámbitos del Estado y del mercado que la Constitución de 1980 inclinó tan decidida como interesadamente en favor del segundo.
Agustín Squella