La ANFP debe ser intervenida. El problema es que en el Chile de hoy nadie otorga la confianza necesaria para hacerlo. Limpiar la basura, sanar las heridas, restablecer el orden, sancionar a los culpables, expulsar a los responsables del descrédito generalizado son tareas que ni siquiera gente supuestamente honorable, estudiosa y educada ha podido cumplir en una multiplicidad de ámbitos de la vida nacional, porque cada vez cuesta más encontrar a alguno que esté libre de pecado.
Pedirle al fútbol que se repare a sí mismo, con aquellos que idearon o ejecutaron el plan maldito, es una utopía. ¿Qué queda entonces? Desentrañar la verdad hasta que duela. Rescatar a quienes no se alcanzaron a degradar y eliminar de por vida a los que robaron, mintieron y engañaron. Y después, afrontar lo más difícil: sentar las bases de una institucionalidad que se proteja de la ambición de un caudillo o de un grupo de personas que se coluden para usufructuar de recursos ajenos.
El derrumbe de Sergio Jadue y la secuencia de escandalosos episodios a la larga constituyen un daño colateral. El mayor de los males que sufre el fútbol chileno no se funda en un hito mediático, una cifra millonaria o una declaración acusatoria, su padecimiento es por ganarse la misma desconfianza que adquirió la ciudadanía por las instituciones que rigen su vida, con el agravante de que por la camiseta media un lazo afectivo, pasional, atávico, que endurece el castigo y posterga el perdón.
Los dirigentes de clubes, ensimismados por desmarcarse de la gestión de Jadue y por restaurar su imagen personal, no dimensionan aún el enorme deterioro al que han expuesto al fútbol y que siguen lacerando al impedir que la justicia fiscalice e investigue. Durante la última década se han aislado a tal distancia del hincha común, llenándose los bolsillos con el CDF y el rebalse de la plata negra, que al igual que tantos otros actores de la sociedad perdieron el contacto con la realidad y creen, ingenuamente, que lograrán resurgir de espaldas a la gente.
Por acción u omisión, no existe un nombre proveniente de la ANFP que logre convencer que hizo algo para obstaculizar la impronta corrupta de Jadue. La aparente gobernabilidad que se quiere dar con una nueva elección tampoco soluciona el perjuicio, y ni siquiera figuras como Arturo Salah o Marcelo Salas van a ser capaces de reflotar un buque que se hunde por el peso de sus errores. Al igual que como hace 30 años, el fútbol chileno necesita refundarse bajo la premisa del cumplimiento de las leyes y el respeto a las normas que nos diferencian de los animales. Lo demás es seguir sumergidos en el lodo.