En 1972, después de su segundo período al frente de la Asociación Central de Fútbol, Nicolás Abumohor abandonó para siempre la dirigencia y nadie consiguió que retornara.
A partir de entonces, el mundo directivo nunca volvió a ser el mismo. La presidencia máxima dejó de ser un compromiso, un desafío, un sacrificio, para transformarse en presa apetecida. (Quizás nunca fue tanto el sacrificio, pero parecía al menos un ejercicio decente).
Cuando el sucesor de Nicolás Abumohor fue sacado del cargo, hice la primera marca en el teclado de mi computador, repitiéndola cada vez que un personaje tóxico era alejado del fútbol. ¡Imagínese el entusiasmo con que hice la última, apenas Sergio Jadue presentó la renuncia! Resultó una línea más gruesa. Además, hacía tanto tiempo que no anotaba una despedida; hace diez años o un poco más.
Sin embargo, hay que andarse con cuidado, porque el último presidente de la ANFP se ha mostrado tan astuto que, en una de esas, nos pueden decir que era un agente encubierto del FBI infiltrado en la Conmebol para desenmascarar a la organización criminal.
Como sea, una vez más la verdad, para nosotros, es importada. Desde la salida de Sergio Santander (sobornos en asignación de sede de los Juegos de Invierno a Salt Lake City 2002), nada se descubre en Chile, sino que las denuncias y las investigaciones llegan desde el exterior. En el caso de Jadue era imposible hacer el trabajo en casa. Solo el FBI pudo desenredar la madeja. De todos modos, nuestra capacidad investigativa, en el área de deportes, está poco desarrollada. Mejor dicho, está ahogada.
Ese es uno de los temas que no ha sido tocado en el caso actual: el papel de la prensa. Si los dirigentes del fútbol, empezando por sus compañeros de directorio, dicen no saber nada de los actos dolosos de Jadue y hasta se sienten engañados por este, la prensa tampoco fue generosa en la crítica hacia el corrompido dirigente. Quienes expresaron inquietud ante sus sospechosos procedimientos en medios escritos o radiales, pueden contarse con los dedos de una mano. Los silenciosos, como sucede siempre, se declaran hoy defensores de la justicia y la moralidad.
El tema es complejo y peligroso. Las presiones sobre la prensa son cada vez más fuertes e insidiosas. Una invitación de apariencia inocente, con un catering espectacular, logra engañar a los más inexpertos (y a unos bien expertos también). La oferta de "exclusivas" y otros anzuelos logran adormecer el sentido crítico de muchos comunicadores y el campo queda abierto para la desinformación perfecta. Y si no alcanza con eso, la presión se hace mayor, y así es como distinguidos colegas han perdido sus puestos de trabajo en los últimos años.
El papel que le cupo a sectores de la prensa en el auge y consolidación de Jadue no puede ser omitido, y es vergonzoso escuchar a opinantes que hasta hoy no habían tenido opinión alguna.
Hay otros temas que se desprenden del "caso Jadue". Y otros personajes seguirán cayendo. Los iremos tratando.