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Editorial
Miércoles 25 de noviembre de 2015
Positiva gestión académica
El crecimiento experimentado de las plantas académicas evidencia el esfuerzo sostenido que muchas instituciones han realizado para responder al creciente interés de los jóvenes por acceder a la formación superior...
La rápida expansión del sistema de educación superior ha significado no solo un sostenido aumento de la cobertura estudiantil, sino también, en diversos casos, una eficiente gestión académica que se ha traducido en el crecimiento del profesorado de dedicación exclusiva y un mejoramiento de la infraestructura, factores determinantes en la calidad.
Según datos del Ministerio de Educación, el número de profesores de la educación superior ha experimentado un incremento del 46 por ciento en los últimos siete años, lo que guarda relación con los desafíos que representa el gran aumento que en ese período tuvo el universo estudiantil: desde 800 mil a más de un millón de alumnos.
La mayor parte de los 85 mil profesores -que equivalen a 43 mil jornadas completas según el parámetro de medición internacional- imparte docencia en una institución, siendo unos cuatro mil los docentes que enseñan en tres o más instituciones. En cuanto a su formación, la mayoría cuenta con título profesional, y solo el 34 por ciento ha cursado un magíster o un doctorado.
Los datos conocidos dan cuenta de un sistema de educación superior de gran diversidad, en permanente expansión y que ha sabido responder a los requerimientos y desafíos de acuerdo con las particularidades de cada institución. En efecto, para los centros de formación técnica e institutos profesionales parece fundamental contar con docentes de vasta experiencia en su quehacer profesional y con dedicación parcial.
Diferente es la realidad que enfrentan las universidades, en especial aquellas de investigación, en las que se requiere una planta académica estable, con profesores de alta preparación que enseñen lo que investigan, en una permanente contribución a la generación de conocimiento. El sostenido aumento de los académicos -imprescindible para mantener un cuidado equilibrio en la ecuación número de alumnos por profesor-, y su perfeccionamiento continuo, contribuye de manera sustancial a la calidad de la enseñanza, de la investigación y de la capacidad institucional de incidir en el entorno nacional. Son estos parámetros, entre otros, los que definen de manera significativa la calificación que -a nivel mundial- se hace de la calidad de una universidad.
El debate en torno a la gratuidad y a la reforma de la educación superior no debiera descuidar la preocupación por la calidad de las instituciones de educación superior, a través de su contribución en la formación de profesionales e investigadores, cuyo aporte es determinante para el progreso del país.
Sin una mirada global de las capacidades y necesidades de las instituciones de educación superior, parece complejo diseñar políticas públicas que incentiven la excelencia en la formación académica.
El crecimiento experimentado de las plantas académicas evidencia el esfuerzo sostenido que muchas instituciones han realizado para responder al creciente interés de los jóvenes por acceder a la formación superior, fortaleciendo uno de los ámbitos que inciden de manera determinante en la calidad de su quehacer.