Durante siglos, las madres tuvieron como rol cuidar de la casa y de la prole. El mundo cambia y, con él, los roles en la sociedad. Los hijos mayores, por ejemplo, no tienen hoy que heredar las profesiones de sus padres: hacen lo que han elegido, según sus talentos y motivaciones. También las mujeres entraron al mundo del trabajo por necesidades de las guerras y, luego, porque decidieron incorporarse a la vida y ser en parte, al menos, independientes de sus maridos. En los sectores populares, las mujeres aumentan el ingreso familiar y con ello permiten mejorar el nivel de vida. Gracias a ellas, los niños tienen acceso a libros de estudios, a dentistas, a vacaciones. Y los hijos agradecen el esfuerzo de esas madres, a veces las veneran, porque, gracias a mucho sacrificio, ellas les permiten mejorar sus vidas.
En los sectores altos, los niños hablan de abandono de sus madres. Y cuando van a terapia solo corroboran que los problemas de inseguridad o rabia se deben, sobre todo, a que las madres estaban trabajando. ¿Por qué? Porque se pueden comparar con otras familias donde las madres quisieron o pudieron optar por ser dueñas de casa y mamás a tiempo completo. Algunas madres envidian a las profesionales y emprendedoras... y algunas que trabajan envidian a las que pudieron quedarse cumpliendo el rol más tradicional. Sea como sea... era un derecho elegir y lo hecho...hecho está. Lo que me parece inaceptable es que sean buenas madres unas y no las otras. Porque son los vínculos seguros o inestables los que determinan las vivencias tempranas de los niños. Una mamá contenta con su vida, por cansada que esté con su doble jornada, puede dar al hijo el ejemplo de lo dura y maravillosa que puede ser la vida; de la satisfacción cuando se cumplen metas y sueños; de lo capaces que son las mujeres. Pueden educar también, a sus hijos hombres, en la colaboración con la pareja para criar hijos y llevar una casa y pueden enseñarles que también los padres son responsables de la ternura, el consuelo en penas y enfermedades.
Quiero ser clara. No tengo más que aprecio por las mujeres que han elegido la maternidad y el hogar como opción. Lo que me indigna es que los profesionales de salud mental hagan interpretaciones pasadas de moda a sus pequeños pacientes, con el consiguiente daño a sus relaciones con sus madres. Porque hace ya tiempo que la psicología sabe que criar niños sanos es una tarea donde intervienen muchos factores en diversas dimensiones, y que la sola presencia permanente de la madre puede ser tan dañina como positiva. Las jóvenes de hoy, impregnadas en el concepto del apego materno como único indicador seguro de estar criando niños psicológicamente sanos, han convertido la maternidad en una relación simbiótica. Que la psicología cumpla el rol de simplificar la vida. E intentemos tener más alegría, menos exigencia y, sobre todo, más libertad.