Las nuevas oportunidades, demandas y frustraciones que conviven en un país de amplia clase media, de reciente y acelerado desarrollo y de un explosivo aumento de la cobertura de la educación superior, con toda la diversidad y segmentación que ello implica, han provocado un cambio profundo en el sistema universitario, y que se expresa en una mayor radicalización de los discursos estudiantiles.

La desafección hacia la política institucionalizada ha derivado en un distanciamiento de los movimientos estudiantiles respecto de los partidos políticos, respondiendo a una visión crítica -y a ratos rupturista- de los jóvenes, reforzada por un entorno de desconfianza hacia las instituciones. Aquellos grupos que han sabido acoger este entorno de desconfianza y crítica sistémica, no solo en cuanto a la educación superior, sino también del modelo político y económico, han conquistado la mayoría de las principales federaciones estudiantiles.

Lo que comenzó como una sanción al lucro en la educación superior, ha derivado en cuestionamientos radicales a la organización de las universidades, impulsando propuestas que no solo consideran cambios en el financiamiento, como la eliminación del Aporte Fiscal Indirecto (AFI) para mantener solo los aportes basales, sino también demandas relativas al cogobierno como requisito vinculante para el reconocimiento oficial de una universidad.

La discusión de estos y otros temas decisivos de la reforma a la educación superior -como el alcance de la gratuidad- pretende ser el aliciente central para impulsar la movilización estudiantil el próximo año, y el marco para retomar el protagonismo que la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) tuvo en 2011.

El debilitamiento de la influencia de los partidos políticos, como el Comunista, en las dirigencias estudiantiles se ha traducido en una mayor adhesión a ciertos líderes que representan propuestas ligadas a movimientos radicales de izquierda, los que han logrado acceder a las principales federaciones con un discurso de total autonomía política y opositor a las propuestas de la Nueva Mayoría, como ocurrió recientemente en la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), donde el gremialismo no logró imponerse a Crecer, y en la Universidad de Chile con la FECh, donde el Partido Comunista no consiguió recuperar la presidencia. Similar es el panorama en varias universidades privadas y estatales de regiones.

Si bien todavía hay renovaciones pendientes, todo indica que la Confech, liderada por la FEUC y la FECh, ejercerá una decidida oposición a las políticas gubernamentales por considerarlas insuficientes, lo que se anticipa será el incentivo a la movilización, eclipsando cualquier otra posición de izquierda moderada y proclive a participar de negociaciones con la autoridad sobre aspectos de la reforma de la educación superior. La interrogante es qué rol asumirán estos grupos de izquierda disfuncionales al gobierno de la Nueva Mayoría en los próximos procesos electorales y cómo se proyectarán en un escenario estudiantil cambiante y exigente de resultados.