Sherry Turkle (67) habla con voz algo gangosa, segura, entusiasta. Doctorada en Harvard, catedrática del MIT, psicóloga, investiga la humanidad transformada por la tecnología.
La conocí disertando después de publicar su libro "Juntos en la soledad" (Alone Together), y ahora que ella lanza "Reconquistando las conversaciones" (Reclaiming Conversation) he dejado de comunicarme por WhatsApp si quiero transmitir mis emociones.
Una amiga está esperando su primer hijo: no le mando caritas, por lo menos la llamo por teléfono.
Un colega publica una gran crónica, lo llamo.
Se me va una amiga a sacar un doctorado, no basta escribirle que la quiero, que la voy a echar de menos. Le pido juntarnos un ratito.
Hace tanto que no me siento a conversar con un gran amigo. Un e-mail no basta, ni un telefonazo basta. Destinaré más que tiempo, corazón, para él, para nosotros.
Un colega me dijo hace tiempo "yo, ni para el teléfono sirvo, necesito ir y conversar". De eso habla Sherry Turkle. Confirma la insatisfactoria relación que se produce vía pantalla. Hemos perdido la capacidad de empatía, de reflejarle al otro que sí lo comprendemos.
Hemos creado personajes, avatares, nuestra "persona", por las redes, condenando a nuestro verdadero yo a vivir su soledad.
Muchos se comunican sin cesar, pero desarrollan temores ante la relación cara a cara.
Conversar es lo humano, escribe Turkle, según la reseña de The New York Times. La conversación supone soledad, porque es en la soledad cuando aprendemos a pensar por nosotros mismos, cuando desarrollamos un sentido estable del yo.
Desarrollar ese sentido del yo resulta esencial para tomar al otro tal cual es.
Son los padres quienes, al escuchar con atención a sus hijos, logran que estos consigan valorar la conectividad duradera. Que aprendan a hablar de sus emociones y no solo a actuar sobre la base de ellas.
Conversar es correr un riesgo, el riesgo del aburrimiento. Aburrirse es la condición que hemos aprendido a temer, gracias a los teléfonos celulares. Pero aburrirse es la condición donde se desarrollan la paciencia y la imaginación.
La psicóloga recorre situaciones donde los humanos conversamos; pero insiste que es en las conversaciones familiares donde florece la confianza, la autoestima, la capacidad de ser empático, de hacer amigos, de lograr intimidad.
Los padres les entregan celulares a sus hijos, escribe; y como los hijos no consiguen que sus padres les presten atención -porque están colgados de sus celulares- se refugian en los suyos. Esta concentración de los hijos en sus pantallas opera como un permiso a los padres para concentrarse en las propias. Recomienda: extirpe la tentación.
Claro que es difícil, reconoce. Los padres temen quedar atrás tecnológicamente. Conversar con los jóvenes requiere paciencia y práctica. Parece más fácil demostrarles cariño fotografiándolos y subiendo sus fotos a Facebook.
El subtítulo del libro es "El poder de la conversación en la era digital". En su portada hay dos sillas de Viena, no frente a frente, sino que de lado, como atentas la una a la otra.