Algunos acelerados cambios y avances tecnológicos de las décadas pasadas hicieron surgir categóricas proyecciones respecto del fin del libro -y de los diarios- en el tradicional formato impreso. Variadas voces anticipaban que, paulatinamente, los lectores optarían por la tableta digital por su comodidad, el menor costo en la adquisición de libros de entrega inmediata y su carácter de biblioteca virtual transportable, donde es posible almacenar un número elevado de obras. Sin embargo, las cifras comienzan a desmentir estos vaticinios.

En efecto, pese a que desde hace algunos años las principales cadenas de librerías del mundo dieron un espacio preferencial a la venta de libros y dispositivos digitales, y de hecho muchas librerías tradicionales cerraron sus puertas, desde hace un tiempo esta tendencia comienza a revertirse, pues -según constata la cadena de librerías Waterstones, del Reino Unido- la venta de libros en papel ha experimentado una leve alza. Si bien los ingresos por la adquisición de libros digitales nunca han representado un porcentaje significativo de los volúmenes de venta, los aparatos digitales ocupaban un espacio destacado en las librerías como modo de atracción y respuesta a una supuesta creciente preferencia por parte del público. Pero todo indica que el papel sigue encabezando las preferencias. La explicación la entrega un estudio del Pew Research Center que afirma que solo una pequeña minoría de los adultos estadounidenses declara ser lector exclusivo de libros digitales, lo que indica que el libro impreso no tenderá a desaparecer en el corto plazo.

El cambio de tendencia que se observa con el libro de papel evidencia que, más que la desaparición del impreso, se ha tendido a una convivencia entre ambos formatos, pues tanto el lector de libro como el de diario no ven totalmente satisfechos sus hábitos de lectura a través de la oferta tecnológica actual. En el caso de los periódicos, algunas características como la jerarquización informativa -clave en periodismo- parecen todavía más accesibles en el papel y, por ahora, pareciera que la versión digital no logra a cabalidad responder a esta demanda. Todo indica que en el caso del lector del libro ocurre algo similar.

Como en muchos ámbitos de la vida cotidiana, la irrupción de la tecnología ha significado ajustes y reacomodos, pero pareciera que la desaparición de la impresión en papel de productos tan propios de la civilización moderna como el libro no tienen -por ahora- fecha de extinción. La real amenaza proviene más bien de la disminución del número de lectores que de la diversidad de formatos.