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Cartas
Sábado 10 de octubre de 2015
Seremos otra víctima silenciosa
Señor Director:
Escribo esta carta porque no quiero ser un número y carpeta más en una fiscalía sin resultado alguno.
La noche del jueves nos fue robada, violentada y expropiada nuestra tranquilidad familiar, y también nuestro proyecto de vida. Sin temor a nada y a nadie, violentamente ingresaron a nuestro hogar cuatro sujetos enmascarados, y, con un modus operandi perfectamente planificado, actuaron al amparo de la noche y las circunstancias de impunidad reinante.
Lograron entrar saltando los cercos de la casa, evitando golpes eléctricos, púas, perros y cámaras, y violentando una puerta lograron poner pie firme en la cocina. Ahí empezó el terror. Gracias a Dios, y a lo suspicaz y desconfiada que es nuestra heroica nana, al sentir ruidos extraños ella activó los sistemas de emergencia de luces, tomó a su resguardo el botón de pánico del sistema de seguridad y corrió por el pasillo de la casa para alertar a uno de mis hijos, que se encontraba en esos momentos en la casa.
Los asaltantes, sin temor alguno, la perseguían para reducirla, pero logró llegar al dormitorio de mi hijo y ambos se encerraron con pestillo. En esos instantes, como en una película de terror, los delincuentes comenzaron a tratar de derribar a patadas la puerta para así dar caza a sus víctimas. Cuando esta ya empezaba a ceder, y sin saber cuántos delincuentes podrían estar en los alrededores, la nana y mi hijo decidieron escapar por la ventana, corriendo hacia la calle.
Sin pensarlo mucho y viendo que su modus operandi estaba fracasando, los delincuentes salieron a la siga de las víctimas, las que mientras corrían en pijama y a pies descalzos bajo la lluvia y el granizo para pedir ayuda, con espanto se dieron cuenta de que los asaltantes las seguían con cuchillos y pistolas, gritando que pararan, pues de lo contrario las matarían.
Después de correr unos cien metros, nuestra heroica nana fue alcanzada por los asaltantes, quienes, al tomarla por el cuello y ponerle una pistola en frente, la intimidaron para que dijera quién era. Al decirles su nombre y que era la nana de la casa, estos malditos la discriminaron diciendo, "déjala, esa no nos sirve", como si el valor de su vida estuviera tasado por su condición socioeconómica o función. A esas alturas, mi hijo corría raudo a pedir ayuda, avisando a los guardias de Seguridad Ciudadana.
Al ver que su plan ya era un completo fracaso, los sujetos decidieron emprender la retirada como un zorro correteado, y, con un sigilo calculado y organizado, desaparecieron en menos de 10 minutos, llevándose nuestra seguridad, nuestra tranquilidad y nuestros sueños de hogar.
Hago público este relato pues tengo muy claro que seremos otra víctima silenciosa, y que en ningún caso llegaremos siquiera a acercarnos a la verdad, y menos a los autores; y, aunque así fuera, ellos gozarán de muchas más libertades y garantías que nosotros.
Quiero agradecer a los servicios de seguridad de la Municipalidad de Vitacura, como asimismo a Carabineros de Chile, los que con una prontitud extraordinaria llegaron al lugar de los hechos en apoyo a las víctimas. Ojalá nuestros legisladores, de una vez por todas, les den a nuestros carabineros atribuciones de verdad, autoridad y recursos, para que puedan así controlar de manera eficaz la delincuencia, y cambiemos esta legislación garantista mal copiada del extranjero.
Asimismo, ya es hora de que nuestros jueces comiencen a hacer justicia, encerrando a los malos y permitiendo que el resto pueda vivir en un país libre, próspero y solidario.
Aníbal Ovalle Letelier