Intentar siquiera hacer un ejercicio de proyección futura de las eliminatorias sudamericanas, que recién se iniciaron ayer, es al menos pretensioso.
No hay espacio para hacer apuestas fuertes. El resultado final no dependerá de la fortaleza colectiva ni de la capacidad por imponer sellos, sino que del peso individual que cada selección sea capaz de mostrar durante todo el proceso.
Ante períodos mínimos de trabajo, en virtud de un calendario competitivo mundial leonino y exacerbado, los seleccionadores de los equipos sudamericanos no pueden aspirar a la implantación de idearios, sino que, más bien, a lograr ciertos acomodos colectivos que permitan establecer sustentación a la brillantez de sus grandes figuras.
La carencia de ellos, en situaciones específicas y particulares, sin duda alguna que provocará conflictos como los que ya vivieron en la etapa previa del debut eliminatorio Sampaoli, con la ausencia de Charles Aránguiz, Dunga con la de Neymar, Martino con la de Lionel Messi, Tabárez con la de Luis Suárez, Pekerman con la de James Rodríguez y Gareca con la de Juan Manuel Vargas. En todos esos casos, la labor técnica debió reducirse a la búsqueda de fórmulas que disimularan las ausencias y no a la pretensión técnica lógica de dar con un sello colectivo que permita proyectarse.
El tema es que lo acontecido en esta etapa será una constante. En lo que dure la competición sudamericana, cada doble fecha centrará sus particulares proyecciones en cuántos de los jugadores vitales estarán en la cancha y no en la potencia de los equipos, reduciéndose así la posibilidad de establecer tendencias seguras.
Se dirá que eso es signo de los tiempos y que contra la corriente no se puede nadar. Que las cosas son como son y no hay más que tratar de ponerles el pecho a las balas.
Pero, a la larga, es injusto.
No parece lógico que una competición de selecciones que tiene como objetivo establecer los mejores equipos para anotarse en un Mundial esté a expensas de la reducida expectativa de contar con un par de figuras.
Se debería aspirar a más que eso. A que vayan los mejores equipos, se impongan las mejores propuestas, se puedan establecer diferencias de idearios técnicos.
Alguien debería pensar en eso.