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Editorial
Jueves 08 de octubre de 2015
Trascendental acuerdo comercial
Más allá de la dimensión comercial, la participación en el Tratado de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés) facilita la interdependencia y la solución pacífica de las controversias entre los signatarios y su influencia en los foros mundiales...
Un paso crucial se ha completado con el acuerdo sobre los términos del futuro Tratado de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés). Será el convenio comercial regional más relevante de la historia, con significativas implicancias para Chile.
Han convergido en las negociaciones EE.UU. y Japón, la primera y tercera economía mundial y las principales de la Cuenca del Pacífico, excluida China, que representan sobre el 40% del PIB mundial. En América Latina, además de Chile, participan México y Perú.
Chile ha sido beneficiario de su persistente compromiso con el libre comercio desde la década de los setenta, con la suscripción de una veintena de tratados liberalizadores, que incluyen a la Alianza del Pacífico, la incorporación al APEC y la participación fundadora del P4, que confluyó en el TPP impulsado por Estados Unidos.
El equipo negociador chileno ha hecho un notable trabajo. Logró, junto a otros países, flexibilizar rígidas propuestas de Estados Unidos, particularmente en el sensible rubro de la propiedad intelectual de las patentes farmacéuticas biológicas y de medicamentos genéricos, cuya protección se pretendía extender desde 5 a 12 años. De haber prosperado esa posición se habría producido un desequilibrio entre los incentivos para el desarrollo de nuevos productos y el acceso razonable a medicamentos de bajo costo, con un sustancial encarecimiento de los gastos de salud. Valiosos son también los logros, reconocidos por los dirigentes gremiales y productores nacionales, por la desgravación de exportaciones agrícolas y alimentarias.
No obstante la crucial importancia para el intercambio de Chile con los países del TPP, que alcanzó a US$ 45.763 millones en el año 2014, sus méritos trascienden esas cantidades: más allá de reglas modernas para facilitar el aumento del comercio y del crecimiento económico de los países signatarios -aunque no se diga-, la participación en el bloque comercial más relevante del planeta facilita la interdependencia, la cooperación, el apoyo recíproco, y la solución pacífica de las controversias entre los signatarios y su influencia en los foros mundiales.
Se espera que en el primer semestre del próximo año los acuerdos sean obligatorios. Para esos efectos, comienza en los próximos días la tarea de alcanzar una votación favorable sobre el pacto en los congresos de los 12 países signatarios, algunos reticentes, como Estados Unidos, Canadá y Australia.
Para el Presidente Obama no será fácil lograr la aprobación parlamentaria. Aunque pretende ser su legado internacional no militar más importante, cuenta con la resistencia de gran parte de los senadores de su partido y de sectores de la industria farmacéutica y automotriz. La conclusión de este proceso dependerá también de la apreciación de algunos de los interesados en los términos precisos, aún desconocidos, sobre la protección de la propiedad intelectual, el nivel mínimo de trato para los servicios financieros, de las disposiciones para evitar la manipulación de las monedas, restricciones sobre los encajes obligatorios para aportes de capital y créditos extranjeros, entre otros. Facilitará este trámite la legislación de vía rápida aprobada este año por el Congreso de los Estados Unidos. También se espera un debate legislativo áspero en Australia y Canadá. En varios países concurren consideraciones electorales, presiones de grupos de intereses no satisfechos y dudas sobre la autonomía de los Estados en algunas materias regladas y sobre el impacto de competencia desleal de exportaciones provenientes de mano de obra barata y desprotegida de algunas economías asiáticas.