Cuando llega octubre se está en la recta final del año. Para estudiantes que no han sido buenos alumnos, esto significa un período de mucha tensión, con la amenaza explícita o implícita de una repetición de curso, lo cual transforma la convivencia familiar en una pesadilla. La palabra fracaso es muy fuerte, pero describe exactamente lo que sienten los niños y sus padres, y lo que debería sentir el colegio. La repetición no es solo un fracaso del niño, sino también del sistema familiar y escolar, que no logró adecuar la enseñanza a las características de ese niño en particular, motivándolo para el aprendizaje. Disminuir las tasas de repetición debería ser un objetivo de padres, hijos y profesores. No hay que permitir que la desesperanza agobie a los niños y los desaliente para hacer esfuerzos en salir adelante.
Es tal la conciencia del daño que produce una repetición, que en muchos países está legislado cuántas veces puede repetir un niño. La evidencia indica que quien repite una vez puede volver a hacerlo. Esto sucede porque el fracaso escolar constituye una experiencia traumática que marca negativamente la imagen personal del niño y de su trayectoria escolar.
Para un niño repetir de curso equivale a lo que para un adulto es perder su trabajo: significa una pérdida de sus esfuerzos y de sus amigos. Quizás uno de sus efectos más graves es la baja en su autoestima académica.
En los sectores más vulnerables la repetición está ligada a la deserción escolar. Los niños que desertan, en la búsqueda del afecto y aprobación que necesitan, corren el riesgo de unirse a grupos de adolescentes que ya se han iniciado en la delincuencia. Ellos no juzgan sino que acogen a quien está siendo castigado por el sistema escolar.
Si a pesar de todos sus esfuerzos su hijo suspende el año, es el momento de plantearse enmendar rumbos. Aunque sea doloroso, es indispensable pensar si el colegio escogido es el mejor lugar para él o ella. Habitualmente cuando un niño fracasa se busca que sea él quien cambie, pero también los padres deben pensar en los cambios que deben hacerse y si el niño se encuentra en el hábitat adecuado. Es decir, la familia debe plantearse como tarea la búsqueda del nicho ecológico más apropiado a las características de cada hijo para que aprenda, sea feliz y no viva estresado por exigencias que no puede cumplir.
La mejora de la calidad educativa pasa por diseñar espacios que se adapten a las características de los niños. En este contexto, es importante que los niños aprendan a no darse por vencidos frente a obstáculos, lo cual constituye una importante lección de vida.
En este último trimestre, es importante sentir la compañía de sus padres, que sin presionarlos en exceso, los estimulen y alienten en la etapa final.