Erik Axl Sund, como reza la solapa de la nueva sensación escandinava, son dos autores en uno, ya que detrás de ese nombre se esconden Jerker Eriksson y Hakan Axlander Sundquist, ambos ingenieros de sonido, músicos, artistas, productores de bandas de electropunk o, en el último caso, bibliotecario de prisiones. Persona , que ha batido récords en Europa, con varios millones de ejemplares vendidos y una excelente y hostigosa crítica en medios como Le Monde o The Guardian, es la primera parte de una trilogía titulada "Los rostros de Victoria Bergman", que, fuera de cuestionar radicalmente el modelo político y económico de los países más ricos del orbe -"Menuda mierda de Estado de Bienestar, pensó ella, bruscamente fuera de sí", es una entre miles de andanadas contra esas sociedades presuntamente tan prósperas y con los problemas básicos solucionados-, también constituye un libro escrito en forma bastante fresca, hilvanada, clara y, más que nada, muy efectista.
Los personajes alcanzan el centenar; la historia, al comienzo sencilla, se complica hasta bordear ramificaciones bizantinas e inverosímiles, los procedimientos forenses, el pan de cada día en las ficciones negras del presente, ocupan numerosas páginas, las sorpresas, un elemento clave en la narrativa policíaca, se hallan bien dosificadas y en general estamos ante una trama satisfactoria, fácil de seguir, pero, lamentablemente, tan exagerada, tan desmesurada, tan desproporcionada que, al promediar el volumen, es ineludible que nos preguntemos lo que uno inevitablemente se plantea cada vez con más frecuencia: ¿hasta dónde va a llegar esto?; ¿va a parar o seguiremos en un desfile de carnicería y truculencia sin límites?; ¿es Persona una narración detectivesca o cae más bien dentro de asuntos tan refinados como el canibalismo, la tortura como modo de vida, la pedofilia en calidad de conducta generalizada, el abuso y la explotación de los débiles, en especial los menores, cual forma generalizada de conducta? Y así, ad libítum.
Desde luego, cualquier cosa que ocurra en Persona es del todo excepcional, se trata de comportamientos muy minoritarios, nunca encontraremos formas de vida más bien normales, pero el mérito de Sund es convencernos de que Suecia es un país donde la depravación reina sin contrapesos, la maldad es aceptada por el conjunto de la población y ni el gobierno ni sus agentes son capaces de contrarrestar esta ola infernal de terrorismo, público y privado. Es cierto que la patria escandinava se ha convertido en el centro de operaciones de la mafia rusa, que ha recibido a miles de refugiados de estados fallidos -en este caso, Sierra Leona-, que los sobrevivientes de la ex Yugoslavia, Ucrania o Rumania han podido establecerse ahí gracias a la tolerancia y la legislación progresista de regímenes que, por mandato constitucional, están obligados a recibir a personas sin demasiados filtros con respecto a la inmigración. No obstante, ello está lejos de significar que sus habitantes vivan día y noche acosados por el delito.
En Persona pasa exactamente eso y las dos protagonistas, Jeanette Kihlberg, comisaria uniformada, y Sofía Zetterlund, psiquíatra privada que atiende casos realmente horripilantes y colabora con las agencias fiscales, deben investigar una serie de asesinatos cometidos contra niños, de características sumamente pavorosas: primero son apremiados hasta niveles inconcebibles y luego se les da muerte de manera ritual. En medio de estas masacres, entran a tallar el psicoanálisis, la historia del siglo XX en los lugares más desprotegidos del orbe, el arte actual y su compromiso o falta de él frente a la realidad, la cultura popular versus la clásica, las variaciones más sofisticadas de desviaciones sexuales y en el centro de todo el famoso síndrome de personalidad múltiple o disociación del carácter, encarnado en Victoria, quien ha vivido las peores experiencias imaginables.
¿Quién es Victoria Bergman al fin y al cabo? Persona apenas nos da una vaga, aunque por momentos escalofriante visión de esta mujer, la cual, ya entrado el siglo XXI, parece poseer trazas de bruja de la Edad Media o ser una vengadora de su género por culpa de las inequidades cometidas contra sus pares por los hombres, todos protervos ejemplos del acumulado poder detentado por ellos a través de los siglos. La intriga termina justo cuando creemos que algo vamos a saber acerca de este ser, en parte loco, en parte muy cuerdo. Entonces, hay que esperar el resto para saber lo que sucede en torno a esta figura tan inasible.