Chile puede y debe hacer un aporte que nos distinguiría mundialmente y nos beneficiaría internamente: acoger a un número importante de refugiados sirios.
Es posible un programa bien estructurado. Hay que hacerlo bien, en grande y ahora. No se trata de recibir a unos pocos y dejarlos abandonados, como fuera hace unos años con unos escasos refugiados palestinos y de Timor que quedaron a su suerte, con un mínimo apoyo municipal, creo que de La Calera y sin servicios ni recursos para apoyar su inserción.
Aparte de estar convencido de que la inmigración es buena, cumpliríamos con una obligación humanitaria y aprovecharíamos una oportunidad única para fortalecer la imagen internacional de Chile.
Es patético cómo Europa y el resto del mundo dan sus espaldas a esta tragedia. Muchos países cierran sus fronteras, reprimen a los refugiados provocando miseria, los aíslan en campamentos, donde no pueden trabajar, y exponen a la muerte a niños y adultos en su tránsito a la libertad.
Es una crisis que definirá a esta década y de la cual no podemos estar ajenos solo porque no llega a nuestras costas.
La Cancillería debe ser consecuente: pregona la cooperación internacional como un principio de la política exterior chilena. Para ello cuenta con fondos, además de que podría negociar financiamientos especiales con la Unión Europea y las Naciones Unidas para la relocalización. Es una instancia para que nuestros diplomáticos y el Estado muestren imaginación, profesionalismo y merecimiento de los impuestos que aportamos los contribuyentes. Anualmente gastamos millones de dólares en una misión eternizada en Haití que hace años perdió sentido y que debería concluir el próximo año. También aportamos millones de las tasas de embarque aéreo para que Naciones Unidas aporte a programas sociales. Usemos mejor esos recursos.
Contamos con un estatuto reciente para los refugiados y que han aprovechado centenares de colombianos bajo riesgos infinitamente menores que los que experimentan los sirios, que constituyen el 40% de los que pretenden refugiarse en Europa. Existe una colonia siria residente respetable y numerosa que ha demostrado una notable capacidad de emprendimiento e integración y que podría hacerse cargo de este programa con financiamiento y apoyo del Estado.
El gobierno anterior presentó un proyecto de ley para modernizar el estatuto sobre extranjería, el más antiguo de Latinoamérica. El actual anunció ayer el envío de otro sustitutivo. No basta con promesas. Demos un primer paso de importancia, que tendría repercusión mundial.
Entre los millones de sirios que buscan asilo hay médicos, emprendedores, técnicos y proveedores de servicios que necesitamos en un país que si no fuera por la inmigración, disminuirá su población con adversos efectos para el crecimiento de la economía y progreso.
Diariamente proclamamos que Chile es un asilo contra la opresión. Seamos consecuentes.