Conversando con Manuel Moraga, el responsable de los vinos de la bodega Cacique Maravilla, en Yumbel, me dice que para él, el vino pipeño seguro que está hecho de longanizas. Es, por cierto, una metáfora, pero me la dice con tal cara de convicción que por un momento creo que habla en serio.
Más tarde, cuando probamos sus pipeños con las longanizas que trae desde sus tierras, la metáfora se aclara. Parecen haber sido hechos el uno para el otro, la parejita campesina perfecta, ambos uniendo sus respectivas rusticidades en una mezcla que te lleva al campo, a las tradiciones más arraigadas de algo así como nuestra identidad, allí donde el vino es pieza clave.
Al otro lado del mundo, en Santiago, hoy por decreto del gobierno se celebra el Día Nacional del Vino, el día en el que el pipeño de Yumbel celebra junto al más emperifollado de los cabernet sauvignon del Alto Maipo. Todos son vino, por lo demás. Todos merecen ser festejados, aunque dudo que los productores de Cauquenes o de Itata se hayan enterado. Esta celebración tiene más que ver con lo que es hoy el vino en Chile, una industria de muy buen crecimiento, con aspiraciones de abarcar también el turismo internacional, como lo han hecho nuestros vecinos en Argentina. Más que con nuestras tradiciones vitícolas, esto tiene que ver con promoción.
También, claro, está el hecho bastante más serio de darle al vino el lugar que merece en nuestra cultura. Basta, en el fondo, que las iniciativas que nacen desde las esferas de poder sólo recurran al vino para cargarlo de impuestos o para acusarlo de ser culpable del alcoholismo. El vino, ya lo hemos dicho, no es equiparable al vodka con bebida energética. Es cultura. No es carrete.
Pero sí, podría ser más inclusiva. Recibo una invitación para la ceremonia en donde se firmará el decreto del Día Nacional del Vino. Es hoy mismo y la invitación aclara que debo ir con tenida formal. Imagino que ese es el protocolo. Sin embargo, no hay señas allí de que vayan a recordar que hoy algunas de las cosas más importantes y revolucionarias en el vino chileno están pasando con los pipeños del sur o con los blancos y tintos de Itata y Biobío. Por esos lados -y sin tenida formal- van a comer longanizas con pipeño, pero no por una celebración en especial. Sólo porque es rico, porque los dos hacen buena pareja y, claro, también porque es parte de sus costumbres. Es de esperar que algún día la celebración oficial del vino también lo sea, como lo son las Fiestas Patrias. Viendo el vaso medio lleno, esa tiene que ser la meta.
¿POR QUÉ EL 4 DE SEPTIEMBRE?La fecha, según la investigación del historiador Gonzalo Rojas, corresponde al día en que Pedro de Valdivia, en 1545, le envió una carta al emperador Carlos V comentándole que no quedaba vino para celebrar las misas en Santiago de la Nueva Extremadura. No sólo se trataría de la primera mención conocida de la palabra "vino" en Chile, sino que además dio origen a la plantación de las primeras estacas de vides en el territorio.