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Cartas
Martes 01 de septiembre de 2015
Preguntas para los alcaldes
El pasado viernes coincidimos con la alcaldesa de Viña del Mar en la inauguración de la Convención Nacional de la Cultura y las Artes, lo cual nos permitió intercambiar unas respetuosas palabras acerca de la actual situación de la ciudad, que ella mira con la complacencia de las autoridades (y, en su caso, de una autoridad que piensa ser nuevamente reelegida) y yo, y muchísimos vecinos, con la desazón de quienes vemos una ciudad que decae progresivamente. Dos días después, en este mismo diario, la alcaldesa respondió al malestar ciudadano que existe en Viña, y ante una pregunta del periodista, que reprodujo una de mis críticas -que no tenemos una ciudad bella y que bastaría con tener una más amable-, Virginia Reginato respondió lo siguiente: "Lo que me extraña es que él es muy porteño... ¿y qué dice de Valparaíso? Me llama la atención, pero no me molesta".
Ante lo cual deseo responder lo que digo y escribo desde hace varios años: que soy tan porteño como viñamarino y que opino con similar independencia sobre la muy mala situación de ambas ciudades. Con este agregado: como porteño alenté por largo tiempo la esperanza de que Valparaíso acabara teniendo algunos viejos atributos de Viña -limpieza y jardines, por ejemplo-, aunque como viñamarino he comprobado que las cosas ocurrieron exactamente al revés. Fue Viña la que se contagió con lo peor de Valparaíso: proliferación de negocios inmobiliarios en altura, mal regulados y peor fiscalizados; suciedad y extendida rotura de calles y veredas que dura ya años; aplastante y ensordecedora congestión del transporte público; expansión descontrolada del comercio ambulante y de los puntos de venta de comida en la calle; propiedad pública y privada rayada una y otra vez sin que jamás se sancione a los responsables; recolectores de basura y botellas que rebalsan su insalubridad al paso de vehículos y peatones; perros vagos famélicos que dormitan en puentes y veredas, y campamentos sin servicios básicos que solo el eufemismo de las autoridades puede llamar "asentamientos".
Viña, siempre conocida como Ciudad Jardín, fue rebautizada como Ciudad Bella por la actual administración municipal. Todo un ardid publicitario y una auténtica burla para sus vecinos, quienes nos enteramos de nuestro nuevo nombre por las pantallas luminosas de ciertas avenidas, por avisos en la prensa y televisión local, y por un spot que se exhibe en los cines viñamarinos. ¿Cómo un municipio destina a campañas publicitarias los recursos que podría invertir en enfrentar mejor algunos de los muchos problemas que Viña tiene en la actualidad?
Independientemente de mis dos ciudades y de sus responsables, ¿estarán dispuestos los alcaldes del país a limitar sus reelecciones, a aumentar las competencias de los Concejos Municipales, a que cargos como director de Obras y director Jurídico se elijan por el Sistema de Alta Dirección Pública, a que otros cargos importantes de la administración municipal solo puedan ser ocupados por profesionales, a establecer la declaración de intereses y patrimonio de quienes ocupen esos cargos, a limitar la contratación de personal a honorarios de manera de evitar la sospecha de que muchos de ellos se transformen en simples operadores políticos que trabajen antes para los ediles que para la ciudad, a transparentar los créditos y deudas municipales, a establecer la inhabilidad para postular como concejales de sus parientes más cercanos?
Sobre materias como esas hubo propuestas concretas del Consejo Asesor Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción.
Agustín Squella