Señor Director:

No todo es negativo en la crisis que vive la educación superior. La discusión sobre el sentido de las universidades en Chile parece, al fin, inevitable.

Ante el escenario actual, sin embargo, cabe desear que el debate tenga lugar de maneras pertinentes. La gratuidad parece estar siendo concebida como un bien de mercado, en el que las universidades evalúan invertir o no. La ministra, por ejemplo, declara que las universidades son libres de entrar o no en ella. A la vez, tal gratuidad emerge como eventual mecanismo de negociación política, que, en la medida en que se expande, deja al sistema atado a lógicas partidistas.

Convendría que el Gobierno aclarara para sí que seguirá existiendo un sistema de provisión mixta y que es este, no otro, el que debe ser repensado, regulado y perfeccionado. Convendría que los rectores de las universidades estatales dejasen de asumir que se les entregará la entera custodia -cuando no el monopolio- de la educación pública y de la investigación, y convendría que los rectores de las universidades privadas entendieran que la formación profesional y la investigación son intereses de Estado, es decir, se basan en principios con los que todo proyecto educativo tiene el deber de hacerse compatible.

No debería ser inimaginable que la Presidenta exigiera a nuestros rectores reconocerse mutuamente, sentarse a conversar y elaborar en conjunto propuestas para su coexistencia venidera. Sin eso, no habrá comisión política ni técnica que nos saque del atolladero.

Juan Manuel Garrido

Hugo Herrera

Manfred Svensson