Para los que no conocieron la República Democrática Alemana, les quiero contar de ese paraíso igualitario. La RDA era la mezcla perfecta de las libertades de Corea del Norte, pero con humor alemán. ¡Si me acuerdo y me da risa! Qué simpatía.
Todo en la RDA valía la pena. La comida por ejemplo, repollo, coliflor y brócoli en todas sus versiones, y los domingos una buena vienesa con repollitos bruselas... ¡Qué delicia! Todo era muy sano, nadie podía comer azúcar porque no había. Y qué decir de la música, marchas militares alemanas, tan rítmicas y sazonadas de picardía. El baile siempre a media luz porque no había mucha energía. Me acuerdo de la policía secreta, con sus uniformes Hugo Boss; pasaron de trabajar en la Gestapo a la Stasi. En la Stasi no solo estaban dispuestos a morir por sus ideas, sino a matar por ellas.
La tecnología era fantástica. En química desarrollaron todas las fórmulas de doping posibles. En un rapto de genialidad crearon unos atletas reversibles: dependiendo del lado desde donde se miraran, podían ser hombres o mujeres.
La universidad era gratuita y de calidad. Se estudiaba economía, biología, física, historia y medicina marxista. El alumnado era variado e inclusivo: maoístas, gramscianos, trotskistas, leninistas y estalinistas. Gracias a Dios, para las elecciones dejaban de lado las diferencias y votaban por el candidato único.
En la RDA se aprendía el valor de vivir en comunidad, todos pendientes del prójimo. No se podía hacer nada sin que el vecino vigilara. A veces eran un poco intrusos, pero era el costo que había que pagar por la seguridad. Era un país inclusivo e igualitario, todo el mundo se vestía igual. El pantone de colores empezaba en negro y terminaba en gris. Era el paraíso de los artistas, tanto que vivían pintando grafitis que decían "Sáquenme de aquí"... pero en alemán, se entiende.
En Alemania Oriental había algunos deportes locales que ya no se conocen como "el salto del muro". Era un deporte televisado tipo reality en que los competidores, usando su ingenio, tenían que atravesar un muro de 3 metros, con minas antipersonales, un río congelado y alambre de púas mientras los de la Stasi les disparaban. Ahí todo se valía, ni siquiera había control antidoping. Por supuesto, no comparten nuestra nostalgia los cientos de alemanes muertos tratando de atravesarlo, porque los beneficios de salud no compensaban la pérdida de libertad.
Pero eso no es todo, lo mejor era al automovilismo. Había dos escuderías: la Lada y la Trabant. Como los autos eran lentos, las carreras eran de regularidad: quién llegaba más lejos sin quedarse en pana. Solo se corría hacia el este, porque una vez que se les ocurrió correr hacia el oeste, chocaron con un muro.
El cine era variado. Exhibían las últimas películas búlgaras, rumanas o albanesas. Ese era cine arte, pero con conciencia social. Las más entretenidas eran las del agente secreto búlgaro con licencia para pensar (porque para matar tenían todos), Sigfrid Bondov. Era revolucionario, intrépido y hacía quedar a los empresarios como codiciosos. Vivía denunciando el lucro y descubriendo colusiones en todas partes.
En la RDA eran tan inteligentes que cuando los abuelitos se jubilaban, los dejaban irse del paraíso y emigrar a Alemania Occidental. Así el costo de mantenerlos se lo endilgaban a los capitalistas.
Los líderes sí que eran fantásticos. Erich y Margot, ¡qué pareja! Erich, un luchador por los derechos humanos, era el árbitro del deporte "el salto del muro". Realmente los chilenos y chilenas les tenemos que estar sumamente agradecidos, y por eso los recibimos con tanto cariño.
Pero, como todas las cosas buenas de la vida, se tuvo que terminar. Los préstamos con los que generó ese Estado de bienestar se los cobraron. La RDA desapareció y sus deudas las pagaron los capitalistas del otro lado. Los alemanes prefirieron la sociedad libre al paraíso socialista. Frente a la pregunta de si querían ser iguales o libres, eligieron ser libres. A la RDA le faltó gradualidad o un mejor manejo del "realismo sin renuncia".