En una estimulante asociación, la Orquesta Sinfónica de Chile y la Orquesta Sinfónica Estudiantil Metropolitana (director, Felipe Hidalgo) unieron sus fuerzas el sábado en el Teatro del CEAC, de la Universidad de Chile, para la interpretación de obras de Glazunov y Saint-Saëns. La dirección estuvo a cargo de Rodolfo Fischer.
Es común que los "doctos" arrisquen la nariz frente a los dos autores presentes en el programa, por diferentes razones: el conservadurismo de Glazunov (1865-1936) y el "academicismo" de Saint-Saëns (1835-1921). Pero esa apreciación, algo pedante, no puede ocultar los méritos que ambos autores poseen, como el uso de la exuberante paleta orquestal del primero, y la conjunción de melodismo de buena ley y certero uso de procedimientos formales, del segundo.
Hay músicas de ballet que no dan el ancho para erguirse como obras sinfónicas autónomas en versión de concierto. Tschaikovsky, Prokofiev y Stravinsky son algunas grandes excepciones. Las escenas de ballet "Las Estaciones" (estrenado en 1900) de Glazunov, sin estar a la altura de los ballets de esos grandes compositores, revela una atractiva invención fortalecida por una extraordinaria exploración tímbrica que permite y exige el virtuosismo y lucimiento del grupo orquestal (notables los solistas de las maderas). El tratamiento colorístico es muy adecuado para pintar las escenas invernales, primaverales, estivales y otoñales de la obra, que no se detiene tanto en la descripción (a la manera de Vivaldi o Haydn), como en la recreación de los entornos naturales, todo ello al servicio de una coreografía. La orquesta entregó una versión magnífica bajo la dirección sobria y plena de musicalidad de Fischer, un director que una vez más confirmó sus estupendas capacidades.
Sentimientos encontrados provoca la Sinfonía nº 3 "avec orgue", de Saint-Saëns. Hay momentos de absoluta originalidad, junto a otros, por ejemplo el Maestoso final, que rozan la vulgaridad y que parecieran concebidos para obtener aplausos. Lo ampuloso y bombástico se ve reforzado por la presencia de un órgano que, en este caso, por las características del instrumento utilizado, estuvo lejos de la sonoridad adecuada.
El resultado de la alianza de las orquestas, que permite que codo a codo se cotejen los profesionales con los más talentosos instrumentistas jóvenes (excelentemente preparados por Felipe Hidalgo), no puede ser más alentador. Imposible no traer a la memoria el nombre de Fernando Rosas, artífice del programa nacional de orquestas infantiles y juveniles.