Seamos honestos. En los próximos tres años, la selección estará siempre por sobre la competencia interna. Es cosa de mirar lo que viene y entender que los dirigentes otra vez se inclinarán por privilegiar el trabajo de la Roja, el bien más preciado que tiene el fútbol chileno por estos días.
En lo que queda del año 2015 hay un amistoso y cuatro partidos clasificatorios. El próximo año habrá ocho duelos por la Conmebol y la Copa Centenario, por disputarse -probablemente- en los Estados Unidos. Y en 2017, otros seis duelos para el Mundial de Rusia y la Copa Confederaciones. O sea, largos recesos invernales, calendarios apretados, predominancia total del trabajo de Sampaoli, como debe ser. Lo del 2018 lo dejo en suspenso, porque no se sabe si la selección clasificará. Si acontece, ni dudarlo, otra vez el calendario se teñirá de rojo.
¿Por qué el énfasis? Pues porque nuestros dirigentes podrán, una vez más, dormir una buena siesta y apostar por los ingresos provenientes de la federación y, por supuesto, de campeonatos ordinarios organizados a la rápida, sin ningún esfuerzo, porque los ingresos del CDF están garantizados. Yo, por lo pronto, colaboré generosamente con la economía de las sociedades anónimas pagando tres meses de abono -mayo, junio y julio- con una programación bastante discreta, por no decir escuálida y raquítica.
Para decirlo de otra manera, no tengo ninguna esperanza en un cambio radical de las programaciones y la organización del fútbol chileno. Seguiremos disfrutando de una Copa Chile depreciada -por más estímulos que le pongan- en los horarios y calendarizaciones, porque está diseñada para "llenar programación", solamente. Para tener algo en pantalla, como diría un experto.
Y del campeonato ni hablar. Estadios vacíos, escasa expectativa, nivel discreto. No hay -y en esto comparten culpas los directores técnicos y los jugadores- mayor interés por el espectáculo, y el nivel de sueldos que actualmente registran los planteles hace improbable nuevas y vigorosas contrataciones. La mayor parte de los equipos invirtió repatriando o reciclando lo que ya había en casa. Les subrayo que escribo esta columna en un fin de semana de "receso", cuando se ha jugado... Una fecha.
Digo todo esto porque la crítica siempre es buena. Y porque cuando Mario Salas -uno de los pocos entrenadores que ponen polenta para que el espectáculo sea más generoso- osó esbozar una voz disonante, lo mandaron al tribunal.
Así están las cosas. Y me encantaría que alguien en Quilín se esforzara por "vendernos" una realidad más luminosa. O un poquito de autoexigencia.