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Editorial
Lunes 03 de agosto de 2015
Ejemplo africano para América Latina
Fuerte habló Barack Obama a los líderes africanos: "Nadie puede ser Presidente vitalicio". Este dictamen válido en África, donde algunos gobernantes se aferran al poder por décadas, tiene sentido en cualquier lugar del mundo, y es importante en América Latina...
En esta, la cuarta gira de Obama al continente africano, y la primera en la que incluyó el país de su padre, Kenia, el Presidente aprovechó su gran ascendiente como afroamericano para hablar de la importancia de la democracia. En el trasfondo de su política hacia África está la creciente presencia de China en la región.
Estados Unidos busca contrarrestar esa influencia con programas de asistencia, pero también con aportes financieros, y comparó las ofertas de su país con las inversiones chinas en infraestructura "con trabajo extranjero" (en referencia a que China lleva a sus propios obreros) y la explotación de recursos naturales. "Deben ser buenos negocios para África; crear puestos de trabajo, y capacitar a los africanos. Ese es el tipo de asociación que ofrece Estados Unidos".
En un discurso en la sede de la Unión Africana que marcó su gira, Obama dio una lección de democracia. Ejemplificó con lo ocurrido hace unas semanas en Burundi, donde el Presidente fue reelegido para un tercer mandato, después de meses de violentas protestas en su contra. Su mensaje también iba dirigido a Etiopía, donde el gobierno acaba de conseguir los cien escaños del Parlamento, en elecciones el mes pasado. "Elecciones libres y equitativas; libertad de expresión, de prensa y de reunión, son derechos universales y están escritos en todas las constituciones africanas", dijo Obama. Pocos los respetan. Y hay casos extremos, como los de Robert Mugabe, quien lleva 35 años gobernando Zimbabue; el del Presidente de Guinea Ecuatorial, que está desde 1979, y Paul Biya, que en Camerún gobierna desde 1982.
América Latina no tiene casos tan exagerados, pero dada la propensión de ciertos gobernantes a cambiar las constituciones para permitirles mantenerse en el poder, sin más se puede llegar a aberraciones políticas como las comentadas. Hugo Chávez estableció la "reelección indefinida", que le permitió un cuarto mandato que no terminó; Rafael Correa, ya en su tercer mandato, está haciendo esfuerzos para que se le permita el cambio constitucional que lo habilitaría para una nueva reelección.
En Bolivia -donde, al igual que en Ecuador, gracias a una nueva Constitución Evo Morales pudo presentarse a otros comicios por estar en el segundo mandato de la nueva institucionalidad- ya está desatada la campaña para habilitar la reelección indefinida. Si bien el gobierno se ampara en las peticiones "espontáneas" de los movimientos sociales, altas autoridades, como el Vicepresidente Álvaro García Linera, sostienen que Evo es el candidato natural para seguir con "el proceso de cambios" y con la demanda marítima, ya que solo él tiene toda la legitimidad que le da ser el primer mandatario indígena.
Siendo así las cosas, es preocupante que los países de América Latina, habiendo recuperado la democracia después de largos períodos de gobiernos militares, comiencen a buscar esquemas políticos que se alejan de las democracias modernas. Morales y Correa debieran tener en cuenta lo que dijo Obama en África: si un líder piensa que es "el único que puede mantener la nación cohesionada, ese líder ha fracasado en la construcción efectiva de su nación".
Ucrania en la geopolítica rusa
Siguen los enfrentamientos en Ucrania entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes prorrusos, mientras Estados Unidos amplió la lista de personas e instituciones rusas sancionadas por el gobierno. Washington pretende mantener la presión sobre Moscú para que retire el apoyo a los rebeldes ucranianos.
Rusia usó su veto en el Consejo de Seguridad de ONU para evitar que se forme un Tribunal Especial que investigue el derribo de un avión sobre territorio ocupado por los rebeldes, a los que se sindica como responsables, usando armamento ruso. Moscú niega que su rechazo tenga que ver con una supuesta culpabilidad, y lo atribuye a que el incidente no supone una amenaza para la paz. Más bien tiene relación con su estatus en el Consejo y con el temor a que se ponga en el banquillo a oficiales rusos, y por ende a su sistema político.
Con un gobierno decidido a demostrar que Rusia es una potencia global que no se doblega, debe esperarse que mantenga su presencia (encubierta) en la región. La rivalidad con Occidente es profunda, y hay que considerar que ya mucho colaboró Rusia al participar en el tratado nuclear con Irán, por lo que es difícil que renuncie a intereses geopolíticos considerados vitales para abuenarse con los aliados de la OTAN. Rusia ha contado con sus socios del BRICS, Brasil, India, China y Sudáfrica, que hicieron caso omiso de las medidas punitivas internacionales. Aun así, para China, Rusia es un socio comercial y no un aliado, a pesar de los esfuerzos de Putin de instalar un nuevo referente de seguridad en el Oriente.
Una pronta resolución de la crisis ucraniana es improbable. El quiebre entre Ucrania y Rusia es real y se requerirá tiempo para restablecer relaciones normales. El tema tiene una piedra de toque: la anexión de Crimea, un botín que Moscú no cederá.
¿Cómo afectará esta crisis a las relaciones de Moscú con las ex repúblicas soviéticas? Es una incógnita. Ya Bielorrusia y Kazajistán se han mostrado inquietos por el expansionismo ruso. Y en Armenia, un país dependiente de Moscú, hubo protestas inéditas el mes pasado. Los esfuerzos de integración de Moscú con su área de influencia son siempre mirados con recelo.