Altas expectativas se han generado en torno al segundo "cónclave" oficialista del año.
Es probable que la fumata blanca no traiga renuncias y tampoco realismos. Unas exiguas autocríticas, un llamado a la unidad, un compromiso con los "débiles" y un poco más. Un gatopardismo, pero de izquierda.
El cónclave parece ser parte de la estrategia de ganar tiempo. De esperar que el temporal amaine para seguir adelante. La primera pieza fue el cambio de gabinete. La segunda, el "realismo sin renuncia" y la tercera será este cónclave. Ninguna de ellas ha cambiado un milímetro el rumbo. Se podrá haber pisado un poco el freno, pero el manubrio no se ha tocado.
Pese a lo anterior, al cónclave sí se le podría sacar provecho. Obviamente no podrá resolver el problema de liderazgo de la Presidenta, ni tampoco revertir las investigaciones de la justicia en todos los frentes, pero "algo" se podría sacar en limpio. Aquí van algunas propuestas (aunque me temo no serán consideradas):
Asumir que el diagnóstico estuvo mal hecho
El punto de partida ideológico fue claro. El país estaba al borde del abismo institucional y se requerían cambios profundos. Chile se encontraba como la Francia de inicios de 1789. La gente quería soluciones radicales. En el fondo, quería retroexcavadoras. "Las transformaciones que realizaremos son el inicio de un proyecto transformador de largo plazo", decía la introducción al programa, bajo la foto de una sonriente Bachelet.
Negar que había problemas habría sido absurdo. Que la necesidad de abordar la desigualdad excesiva o acotar el abuso empresarial era necesario. Pero el refundacionismo claramente no era lo que Chile necesitaba.
La oportunidad es, por lo tanto, retroceder dos o tres espacios y situarse en el camino que durante treinta años le permitió a Chile mejorar todos sus índices.
Enterrar la utopía
La izquierda no renovada siempre ha cometido el mismo error: querer crear un "hombre nuevo". Un arquetipo ideal de persona con cualidades altruistas que no se mueva por su propio interés sino que por el bien colectivo. A ello ha sumado un desprecio por una de las leyes más propias de la naturaleza: la escasez de los recursos. Esa combinación ha fracasado una y otra vez. Sin embargo, algunos en la Nueva Mayoría todavía no se enteran.
Paradójicamente, la Concertación sí lo tuvo claro desde su inicio. Aunque ello en cierta forma es explicable porque asumieron en medio de los escombros del Muro de Berlín.
La "utopía" debiera reemplazarse por el "cambio sensato", donde los énfasis propios de la izquierda -unida al sentido de realidad de cómo funciona la sociedad- establezcan el camino a seguir.
Con los comunistas NO
La incorporación del PC a la Concertación significó no solo el cambio de nombre, sino que la introducción de una flecha envenenada a la coalición.
El Partido Comunista en el mundo ha sido excluido de alianzas con partidos socialdemócratas y democratacristianos. Gobierna en países donde no existe democracia, donde las libertades públicas son atropelladas y donde el desarrollo está asfixiado. En Chile su ideario no es distinto al de sus socios internacionales. Basta leer los recientemente conocidos correos electrónicos entre las FARC y los líderes del PC local.
Es evidente que no se comen a las guaguas. Y es lógico que puedan participar del debate político.
La consigna del cónclave debiese ser "unos a la calle, los otros al Gobierno". Pero ello no ocurrirá. La mayoría no está tan desagradado con sus socios del PC, y el partido está muy cómodo gozando -con el puño en alto- de las bondades del poder, sin asumir sus costos.
Más Europa, menos Latinoamérica
Hay dos ejemplos de la izquierda actual en el mundo: la latinoamericana y la europea. La latinoamericana a su vez tiene varias expresiones, siendo su versión más radical Venezuela y su versión más light , Argentina. Los malos resultados de todos estos países están en directa relación con la intensidad de su aplicación, pero todos han condenado a sus habitantes a un peor nivel de vida.
Por contraparte, hoy vemos una izquierda moderna al mando de Francia e Italia. Que baja impuestos, que liberaliza los mercados. Basta recordar lo que dijo recientemente el Primer Ministro italiano: "No negocio con los sindicatos. Las leyes se hacen en el Parlamento y si los sindicatos quieren negociar, que se hagan elegir" (en Chile habría sido tildado de fascista). O recordar lo que dijo recientemente el Primer Ministro francés: "La reducción del gasto público garantiza un futuro para nuestros hijos" (acá habría sido tildado de economicista).
Es probable que la reunión de la Nueva Mayoría solo tenga una ventana hacia nuestros vecinos. Mal que mal, en Francia e Italia se habla en otro idioma.
En fin. Ahora solo tenemos que esperar los resultados del cónclave en el estadio El Llano. El anterior, desarrollado hace algo más de tres meses, terminó con una declaración del entonces ministro Peñailillo señalando que "no hará marcha atrás en los cambios que el país necesita para avanzar en un desarrollo inclusivo". El encuentro de ahora es probable que termine de la misma forma.