La gente suele pensar que Suiza es un país pequeño, homogéneo, chocolatoso y fome. Mucha vaca. Queso. Fondue. Pare de contar. Confesaremos que, hasta que, invitados, recorrimos Suiza entera, teníamos la misma opinión. Pero volvimos maravillados de un país que concentra prácticamente todas las grandes culturas de Europa en sus cuatro regiones (francesa, alemana, italiana y de los Grisones).
Al ver que el restorán Walhalla anunciaba cocina suiza, fuimos, y vimos, y comimos espléndidamente, en este equivalente germano del Olimpo.
De la región alpina de los Grisones, habitada por descendientes de romanos (conservan un idioma romance), probamos la Bündnerfleisch, que conocimos en St. Moritz: carne de vaca, marinada, cortada en finísimas tajadas y secada al viento y sol. Allá la sirven con un pan de pera, dulce y especiado, que le viene estupendamente; aquí la ofrecen con cebollitas encurtidas. Con no comérselas... Es algo parecido al jamón serrano, pero más liviano, sin grasa. Buen picoteo, y abundante ($6.200). También pedimos las Käseschnitten ($4.400), par de tostadas en pan integral con abundante queso grillado encima, que comimos felices con nuestra Bündnerflesich.
El restorán ofrece una serie de platos adocenados, porque los chilenitos son adocenados. Machas y ostiones parmesana, buenos cortes de carne con salsa y papas fritas... Al final le comentábamos a la chef suiza que aventara todo eso, que se puede comer hasta en el último lugar de esta "larga y angosta faja", y ofreciera más especialidades suizas, que para eso tienen harta variedad de donde escoger.
Nosotros comimos sólo lo suizo. Partimos con el Zürcher Geschnetzeltes, plato insignia de Zurich, hecho con rebanaditas de carne de ternera u otra muy blanda, champiñones de París, crema, cebollas y vino, que allá conocimos con el enriquecimiento (delicioso) de rebanadas de riñones. Aquí, fuera los riñones, porque los chilenos no comen "eso". Acompañado con un rösti hecho a la perfección, según la receta que usa papa cocida ($7.000, una ganga), fue una delicia.
Catamos también una especie de réplica de este plato, hecho con rebanaditas de pavo y con el añadido de ciruelas a la crema ($6.000), con un moldecito de arroz. También excelente y fino. El Weisswurst o salchicha blanca venía con una rica salsita, liviana, y cebolla dorada. Lo pedimos, asimismo, con un perfecto rösti ($6.800).
Luego, la más deliciosa mousse de chocolate de Santiago, con Kirsch, que hacen partiendo de una mezcla de trufa, y un café glacé con coñac (¡ah, qué maravilla encontrar postres con café!) Estupendos ambos ($2.800 cada uno).
Hay varios tipos de fondue (de queso, borgoñona, etc.), y variedades de rösti. Buenos pescados (salmón y trucha). Carta de vinos discreta y de buen precio. Pocas pero buenas cervezas. Servicio rápido y amable. Algunos estacionamientos interiores. Con un par de retoques de decoración, este Walhalla alcanzaría la paradisíaca perfección a que está destinado y al alcance de todos los bolsillos.
Campo de Deportes 329, esquina José Domingo Cañas.