Hay países que tienen a magníficos embajadores culinarios, como Ferran Adrià o Gastón Acurio, y también hay otros que permean las capas de la realidad extranjera de otras formas. Y ese es el caso de Corea. Por un lado, su música pop (y el caso en extremo exitoso del "Gangman Style"), los ha puesto en el radar de Occidente. Y por otro, mucho más docto, es su cine, el que fue alabado por el gringo experto en guiones Robert McKee en sus charlas dadas en Santiago.
Pero con lo "coreano" en materia de cocina no hay juicios ni prejuicios, aparte de un pretérito acontecimiento en un sauna de la capital, al que se le prohibió la entrada a alguien de ese país, por su supuesto mal olor.
Un evento que acabó, ley de por medio, a favor del ofendido.
Y es que la idea que imperó en ese entonces fue lo poderoso del aroma a fermentos y ají, claves de una cocina que busca desarrollar platos que sean "remedios" o apoyos saludables para quien los coma. Porque, y esto es algo que todo fanático de la cocina coreana sabe, no hay manera de sentirse mal después de comerla.
Es fuerte, es intensa, es sabrosísima, es hasta matadora (Omeprazol, ¡ya!), pero difícilmente la indiferencia es parte del estómago tras darse con ella un atracón (que nunca deja mal).
Además que al probarla se entiende de lleno ese concepto tan gringo de la comfort food, de la cocina hogareña a full.
Entonces, hay lugares más finos para aproximarse a ella -The Gaon, Temple, Hansoban y Biwón-, otros de rango medio -como Sukine- y el que es protagonista de estas letras: Seoul.
Simple, limpio y atendido por sus dueños. Lo sorprendente son sus bajos precios (colaciones entre $2.800 y $3.500) y una carta que abunda en recetas que no hay en otros locales. Por ejemplo, una sopa pincantísima de almejas, la Choguetan ($4.500), en la que se mezclan el sabor del marisco y el de los brotes de poroto de soya crudos y el cebollín en juliana.
También se puede experimentar con un célebre plato de carne vacuna agridulce con cebolla, Bulgoky, para dos por $10.000. Una puerta de entrada amable. Lo mismo que la tortilla de verduras y mariscos, Pallon, a $ 4.500. Igual un par de pescados grillados, de los que quedó solo el espinazo, Konchigui, a $5.000, y un sabroso y picante guiso de cerdo y verduras, a $4.500.
Los platos son abundantes y vienen precedidos de varios recipientes con cosas para picar, el banchan. La carta es tan extensa como tentadora y, para aumentar el bajo costo, se puede pedir un jarro de agua fría para acompañar. Una verdadera picada.
Sagrado Corazón 371, Recoleta.
2 2735 5689.