Por la estética visual se juega antes que nada esta otra línea de "nuevo circo" procedente de Suecia, que nos trae Cirkus Cirkörr. Es el debut aquí de una de las troupes de "circo contemporáneo" más longevas, con dos décadas de trayectoria, igual que el canadiense Cirque du Soleil. La temática de sus espectáculos conlleva además un planteo, digamos, filosófico, ya que uno de sus principios fundadores es "cambiar el mundo" a través de sus propuestas.
Así "Knitting Peace" ("Tejiendo la paz"), su show de 2013 que nos visita en gira mundial, es de una belleza formal única, ensoñada. No solo porque prácticamente todo en escena es blanco, puro, inmaculado; sino porque su concepto general -como lo indica el título- parte del acto de tejer y los tejidos. Intentando responder si es posible "tejer la paz".
Con delicada e ingenua poesía, y ritmo pausado y solemne, cinco acróbatas llenan el espacio en sus más diversos niveles, ejecutando con pericia sus complicadas destrezas en cambiantes encordados; o colgando de enormes tapices o redes que parecen telarañas; equilibrándose sobre enormes bolas, o jugando con ovillos, madejas y muñequitos de lana. Hay un sexto "performer", un extraordinario hombre-orquesta que, desde una tarima elevada al fondo, toca variados instrumentos y a ratos también canta o vocaliza. Produciendo la envolvente música que suena siempre y a todo volumen, resulta un show en sí mismo.
En la hora y media que dura, el tramo inicial es más pasivo y atmosférico; las imágenes realmente poderosas y rutinas más impactantes, se agrupan todas en la segunda mitad. Salvo un par de intentos, no hay humor. En su conjunto, el desfile de cuadros invita a la contemplación. Pero su aire sereno, de elevación espiritual, quiere asimismo estimular una reflexión; expresar tal vez que si nos esforzamos, podemos lograr el entendimiento, unidad y armonía con los otros.
Si las evoluciones de los artistas con cuerdas que traman y destraman efectivamente sugieren postulados o símbolos en torno a la paz, depende por cierto de la disposición del espectador; mejor todavía si este adhiere a la doctrina new age , que anuncia un gran cambio universal en el que seremos mejores y más felices.
Lo que sí queda claro es que el show está sobremusicalizado. Con toda la fuerza sugestiva que vibra en la música, esta suena tan grandiosa -y estruendosamente- como si estuviera complementando otro pomposo espectáculo del Soleil; en tanto lo que vemos en escena es íntimo, sutil, meditativo. Y que, por forzar la creatividad con vistas a desarrollar su elaborado propósito, no pocas ideas teatrales y recursos, de lenguaje y materiales, terminan por parecer algo rebuscados, aparatosos incluso. Solo un ejemplo: la proeza que ejecuta un acróbata tocando violín, y muy bien, mientras se equilibra en una cuerda (¿una alusión a Chagall?), no le basta. Pronto hace otro tanto caminando sobre una gran esfera, y luego montado en un monociclo que cruza la escena otra vez sobre una cuerda tensada.
Teatro Municipal de Las Condes. Av. Apoquindo 3300.
Funciones de miércoles a domingo.
Desde $20.000.
Más información al 29447222.