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Cartas
Lunes 06 de julio de 2015
Educación superior gratuita
Señor Director:
Estudié gratuitamente en Alemania (en Colonia y Münster) en los 90. Si bien se ha intentado introducir aranceles, el sistema se mantiene. Me permito algunas reflexiones que pueden ser de interés para el debate sobre la gratuidad en la educación superior.
El sistema universitario alemán funciona con grandes universidades estatales. La Universidad de Colonia tenía en esa época 50 mil estudiantes, y la de Münster, casi lo mismo. Estos números no eran raros. En los cursos iniciales había fácilmente 800 alumnos en el aula. The Economist señalaba (13 de diciembre de 2014) que la mejor forma de ver al profesor es con binoculares.
Alemania gasta en promedio US$ 17 mil (ajustados por poder de compra) por estudiante por año (OECD, Education at a Glance 2014). Esto baja a US$ 10 mil sin investigación. La cifra para Chile es de US$ 8 mil (US$ 7.900 sin investigación). Aun cuando las universidades alemanas no están entre las mejores del mundo según los rankings (en el QS Ranking hay tres entre las 50 mejores y cuatro en el Shanghai Ranking), "la fábrica" de producción de estudiantes universitarios es costo-eficiente con una calidad razonable. El sistema alemán no puede producir universidades como las Ivy-League americanas, que requieren más recursos (EE.UU. gasta US$ 26 mil por estudiante y casi US$ 20 mil sin investigación) y más selectividad, pero produce profesionales competentes. Qué mejor prueba de ello es el vigor de su economía y la calidad de sus productos y servicios.
Nuestro país ha evolucionado hacia una provisión mixta de universidades estatales y privadas, que se financian mayoritariamente con aranceles, que no muchas familias pueden pagar, incluso en los deciles altos de ingreso. Este es el principal problema. Sin embargo, no tiene sentido ir en la dirección del sistema alemán. Esto implicaría uniformar universidades y reducir la competencia. La gratuidad soluciona el problema de acceso a la educación superior, pero introduce problemas que el sistema alemán lleva años tratando de resolver: mayor calidad de sus instituciones, largas estadías de los estudiantes y una oferta rígida y poco diferenciada. Nos conviene más seguir avanzando hacia un sistema que incluya becas y créditos para aliviar financieramente a las familias y que mantenga una oferta diferenciada y flexible.
José Miguel Simian
ESE Business School Universidad de los Andes