Enfrentada al desafío más importante de su proceso, la selección chilena que dirige Jorge Sampaoli se ganó con creces la posibilidad de soñar con la obtención del título de la Copa América.
Y no solo por lo realizado a lo largo del torneo, donde se constituyó en el mejor equipo. Más bien, y esencialmente, porque el reto frente a los argentinos llega en un momento de consolidación futbolística, de síntesis conceptual, de establecimiento pleno y cabal de principios tácticos que se fueron fraguando con el tiempo y que hoy, justo ahora, parecen fuertemente adheridos a los intérpretes en la cancha.
El Chile que juega la final de la Copa América no es solo el que fija su criterio central en la búsqueda obsesiva del arco contrario. No es "vertical" por puro compromiso de ideario, ni tampoco esa escuadra que, desnudada por Holanda en el Mundial de Brasil, desatendía la propuesta rival acaso con un poco de soberbia.
La Roja de Sampaoli hoy es más propensa a la posesión, entendido tal concepto como la estrategia para mantener en alto la opción de establecer correctamente su tinte ofensivo.
Lo que ha hecho el DT nacional no es renunciar a su ideario, sino que buscar fórmulas para que precisamente aquel pueda ser más efectivo.
Tener la pelota, y así lo han entendido los jugadores, es poseer el control del juego. En todas las zonas de la cancha la misión es darle un sentido a su traslado. Así se puede construir, dar y fijar ritmo, provocar aceleraciones y frenos. Ser ofensivo en el momento justo.
Esa es la llave que ha llevado a la Roja a su crecimiento y maduración y también debería ser el arma para enfrentar y superar a Argentina.
Entonces, vamos a tenerla...
El equipo de Martino se expande, se infla, crece cuando le ceden la pelota. Ahí Mascherano tiene la oportunidad de avistar y ordenar desde su posición de líbero extendido, para que equipo comience a posicionarse y elegir la mejor opción para atacar.
Por ende, la primera misión de Chile es recuperar ahí, donde manda el jugador de Barcelona. Ahogar. Tener la pelota para que Vargas, Valdivia y Sánchez puedan aprovechar el forado que puede dejar la gran lejanía en la que juegan los dos zagueros centrales argentinos (Garay y Otamendi)
En la lucha del medio, la plasticidad debe ser factor más importante que la lucha. Hay que evitar el choque con Biglia y esperar de frente a Zabaleta y Rojo para evitar sus subidas por la línea del costado. Cumplida esa misión, Isla puede ser factor importante para desordenar por el lateral y Vidal por el medio.
¿Cómo parar a Messi? ¿Se puede evitar su famosa diagonal más aun si lo acompaña Pastore, Di María o Agüero? Si Chile fuera el de hace un año, quizás no. La pretensión hubiese sido en ese entonces, desvincularse de la construcción de un circuito destructor, apostando a la salida propia más que a evitar la entrada rival. Fatal enfrentando a Messi y compañía, pero la Roja hoy evolucionó, y si Aránguiz y Díaz mantienen en alto su ya aprendida lección de patrullaje en zonas de conflicto, el dispositivo defensivo entero de Chile podría desactivar cualquier intento de bomba ante el arco de Bravo.
Es cierto. El partido podrá pasar por diez mil circunstancias no previstas que hacen imposible la apuesta única del resultado. El fútbol, por suerte, sigue siendo el arte de lo impensado.
Pero al menos Chile tiene su chance en alto, porque creció y aprendió.