Señor Director:
Después de leer la columna
"La resbalosa pendiente de la gratuidad" (30 de junio), de ex directivos de la Universidad Católica, agradezco que haya habido cambios.
Comprendo y solidarizo con quienes sufren ante la incertidumbre y los temores que genera la gratuidad universitaria. Por esto, la prudencia es tan importante. Pero comprendo y solidarizo aún más con los niños y jóvenes que -si dejamos las cosas como están- no podrán continuar estudios universitarios a pesar de que en la educación media mostraron una motivación, facilidad y gusto extraordinario por aprender.
Lamento, por último, que sean católicos quienes muestren en público y con argumentos débiles su desesperanza.
Francisco Javier GilDiácono permanente