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Editorial
Jueves 02 de julio de 2015
Sube el desempleo
No es la expansión fiscal, sino la productividad la que está llamada a crear empleos duraderos y bien remunerados...
Encendiendo las alarmas, la tasa de desempleo ha saltado al 6,6%, medio punto por sobre el mes anterior y 0,3% más alta que un año atrás. Entre los expertos había llamado la atención que ello no hubiera ocurrido antes, pese a las muchas manifestaciones de un crecimiento económico insuficiente. Los más suspicaces habían apuntado a un extraño incremento en los inactivos "sin deseos de trabajar", quienes por no buscar empleo, no se suman a los desocupados en las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas. En su última medición, que corresponde al trimestre móvil terminado en mayo, esa anomalía parece haberse superado, la fuerza de trabajo se expande a un ritmo normal y por ello el desempleo aumenta bruscamente. Esto golpea especialmente a las mujeres, pues el desempleo femenino se empina al 7,8%, un punto porcentual sobre lo registrado en 2014.
Con todo, hay que consignar que el mercado laboral sigue mostrando un saludable aumento en el número de personas ocupadas. Si bien muy inferior al dinamismo registrado a comienzos de la década, en la última medición el incremento anual del empleo es de 1,2%, o 92.000 puestos de trabajo adicionales netos, cifra algo mayor a la lectura anterior. El incremento del empleo asalariado es porcentualmente aún más fuerte. Sigue llamando la atención la "resiliencia" de las contrataciones ante la desaceleración del crecimiento económico y las inquietantes perspectivas que se derivan de la reforma laboral en trámite.
La composición de los nuevos empleos ofrece una explicación. Hay 42.000 nuevos empleos vinculados a la Administración Pública y otro tanto en educación, salud y otros servicios sociales. Ello es enteramente congruente con la fuerte expansión del gasto público en los primeros meses del año, que supera el 8% real. Otros sectores que exhiben dinamismo ocupacional son construcción, turismo y banca. En el primero de ellos es probable que también incida la política fiscal, que en el presente año contempla un incremento de 27% real en la inversión pública. Mientras tanto, todos los otros rubros más propios de la actividad empresarial privada, tales como agricultura, comercio, industria y minería, muestran una variación de empleo nula o negativa. No hay misterio entonces: mientras la desaceleración productiva destruye empleos, la expansión fiscal ha servido de paliativo.
Dos preocupaciones deja esta situación. La primera es que, como han hecho evidente las acertadas prevenciones del ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, la dosis de estímulo fiscal habrá de ser moderada en los próximos meses y muy especialmente el próximo año. Lo contrario sería incubar un contraproducente déficit fiscal y alimentar la presión inflacionaria. Cabe preguntarnos qué permitirá entonces continuar generando los necesarios empleos. La segunda inquietud es sobre la calidad de los trabajos creados: muy probablemente estemos sustituyendo ocupaciones de buena productividad en el sector privado por empleos mediocres en el sector público. Ello redunda en una menor eficiencia de la economía y su consiguiente incapacidad de volver a crecer con vigor. De hecho, las cifras de empleo del INE sugieren que las ganancias de productividad laboral siguen decayendo. No es la expansión fiscal, sino la productividad la que está llamada a crear empleos duraderos y bien remunerados.