El debate constitucional parece haberse alejado de los procesos o métodos, para centrarse en el contenido de la nueva normativa que se propone para la Carta Fundamental. Uno de los puntos que han saltado a la palestra ha sido la garantía y los límites del derecho de propiedad.
La Presidenta Bachelet, en la clase magistral que ofreció en la Universidad de Lovaina durante su última gira a Europa, hizo varias veces alusión al abogado y humanista inglés Tomás Moro y citó un párrafo de la Utopía, su obra principal. En este libro, cuya primera edición data de hace casi 500 años (1516), Moro imagina a un navegante, Rafael Hitlodeo, que relata el descubrimiento de una remota isla cuyos habitantes, sin haber recibido la gracia de la revelación cristiana, han constituido una sociedad que tiene caracteres que sorprenden y contrastan con los vicios de las naciones europeas. Una de las novedades que el personaje pondera especialmente es la comunidad de bienes que practican los utopienses, entre los cuales la propiedad privada -fuente de la codicia y la miseria que se observarían en Europa- es desconocida.
Es curioso que la Presidenta haya elegido justamente un párrafo del discurso de Hitlodeo en que se elogia esta singularidad de Utopía, para ilustrar la necesidad de reducir las inequidades y la segregación en el Chile de hoy. Citó a Hitlodeo cuando relata que en la utópica isla, al no existir propiedad privada, todos se ocupan del patrimonio público y a nadie le falta nada, mientras que, en cambio, en los reinos europeos "todo el mundo sabe que si no se preocupa de sí mismo, se moriría de hambre, aunque el Estado sea floreciente".
Hay que advertir que la Utopía ha sido objeto de múltiples interpretaciones, entre las cuales no han faltado aquellas que piensan que Moro sería una especie de adelantado de la ideología comunista. De hecho Marx y Engels lo mencionan como un precursor de sus ideas y Lenin mandó que su nombre se inscribiera, junto a otros, en un monolito revolucionario situado en los jardines alejandrinos de Moscú.
La inmensa mayoría de los expertos ha descartado esta interpretación "fundamentalista" de la obra de Moro, que no ha sabido captar su carácter irónico y paradójico. La comunidad de bienes de los utopienses no es un ideal que Moro haya querido instaurar, sino un recurso retórico para denunciar las injusticias y maltratos que la exacerbación de los intereses privados causaba en los reinos europeos. Estamos, pues, ante una posición muy similar a lo sostenido por la doctrina de la Iglesia Católica sobre la dimensión pública de la propiedad privada, ahora último enfatizada por la reciente encíclica
Laudato si' : "La tradición cristiana -escribe Francisco- nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad privada".
Suponemos que es esto también lo que ha querido sugerir la Presidenta Bachelet al referirse al pensamiento moreano. Pero si es así, surge la duda sobre si se requiere un cambio en la formulación del derecho de propiedad tal como está recogido en la actual Constitución. Esta, junto con consagrar vigorosamente dicho derecho para todas las personas y sobre toda clase de bienes, dispone que "la ley puede imponer limitaciones y obligaciones que deriven de su función social". Agrega que esa función comprende lo que exijan los intereses generales, la seguridad nacional, la utilidad y salubridad públicas y "la conservación del patrimonio ambiental". Destacamos esto último porque está en plena sintonía con la encíclica papal, que llama a cuidar el medio ambiente.
Pareciera, entonces, que más que sustituir o reformar el texto constitucional sobre el derecho de propiedad, convendría propiciar una lectura más atenta de la norma vigente y un discernimiento más profundo sobre su función social. Seguramente, es lo que Moro habría recomendado.