Porque así se anunció, y lo refuerza el elenco binacional, uno tiende a pensar que "Límites" trata específicamente del conflicto fronterizo que tuvo a Chile y Argentina al borde de la guerra en 1978. Así, en verdad, parte la nueva creación de Ítalo Gallardo, que antes nos asombró con su originalísima propuesta de 2012 protagonizada por sus propias abuelas. Pero es mucho más que eso. Y resulta tremendamente atractiva y estimulante.
Cada vez con más presencia, esta línea de experimentación hace irrumpir en la escena los hechos de la realidad misma, incluso la vida privada, abriéndose a una enorme gama de posibilidades. Su dramaturgia se asemeja al reportaje periodístico o la investigación sociológica, y los ejecutantes son elegidos no tanto por sus dotes actorales como por el testimonio personal que pueden exponer ante el público. Igual que en el cine documental, plantea la discusión sobre la "objetividad" del registro, cuán fiel es a la verdad, cuánta "intervención" esta soporta con fines expresivos.
Primero hace la crónica de la cuasi guerra, que recrea con recuerdos personales y recortes de prensa, fotos y videos proyectados en una pantalla. Luego da a cada uno de sus seis ejecutantes un tiempo para contar su propia historia. Son monólogos autobiográficos relativos a la distancia geográfica, a veces conmovedores o divertidos, siempre pasmosos, los cuales iluminan la escena con sugerentes estímulos acerca de las muchas limitaciones de todo tipo que nos imponemos a diario. Barreras que no son más que convenciones restrictivas: vemos lo que queremos ver, aquello que nos acostumbramos a ver, o nos enseñaron a entender de un modo predeterminado.
Cuando un "performer" toma la palabra, los demás miman los otros personajes de su peripecia o ejecutan un apretado despliegue no menos que brillante, de ideas teatrales que enriquecen y complementan su relato: juegos gestuales, diseños gráficos, manipulación de utilería, creación de imágenes en vivo mediante circuito cerrado de TV. Todo parece espontáneo, como si se generara por vez primera frente a nosotros, pero es producto de una elaborada y precisa coreografía. Con todo, por momentos tal parece que hubiera demasiados signos e implicancias, incluso filosóficas; sin un eje más definido, el conjunto se vuelve algo abigarrado. Al fin y al cabo, da la impresión de que Gallardo lo que realmente intenta es tocar un enigma, el de lo paradójico que se asoma en cada trazo de la existencia y del universo.
Teatro Sidarte. Ernesto Pinto Lagarrigue 131. Funciones hasta el domingo 5.