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Editorial
Miércoles 01 de julio de 2015
Tensión en Europa
El panorama descrito no es una Guerra Fría, pero el lenguaje y los actos son crecientemente parecidos. Con Rusia, hay que "minimizar el riesgo de malentendidos que deriven en una escalada"...
Europa está inquieta, no solo por los problemas de los inmigrantes pobres que han llegado por miles a las costas; ni por la situación económica, que ya está mejorando; ni por la crisis griega, que amenaza con la primera baja de un país miembro de la Zona Euro. Además del terrorismo islámico, otro asunto de seguridad preocupa a la Unión Europea y a la OTAN. La organización militar ha decidido reforzar su contingente en las zonas europeas del Este, como precaución ante la persistencia del conflicto en Ucrania y para responder a los pedidos de las ex repúblicas del Pacto de Varsovia que ahora son miembros de la Alianza Atlántica, y que temen una agresión rusa.
Desde que Rusia anexó Crimea y apoya a los rebeldes ucranianos, se habla de una nueva Guerra Fría en esa región. Y aunque las autoridades de los países occidentales evitan reconocerlo, lo cierto es que el clima de tensión, la escalada de declaraciones y el reforzamiento de las capacidades militares de los aliados europeos y de Rusia rememoran esa etapa histórica que parecía dejada atrás con el derrumbe de la URSS.
Por una parte, hay una suerte de desafío de Rusia al incumplir los términos de los acuerdos de Minsk (para pacificar Ucrania) y al tiempo anunciar la modernización y reequipamiento de sus fuerzas militares, incluida la instalación de 40 nuevos misiles nucleares. Vladimir Putin dice que Rusia "no tiene ambiciones agresivas", pero que requiere de unas fuerzas armadas potentes, equipadas con armas modernas "para garantizar la soberanía e integridad territorial". Por eso el gobierno gastará 400 mil millones de dólares hasta 2020 en buques de guerra, aviones, tanques, misiles y otras armas. Ni las dificultades económicas derivadas de la caída del precio del petróleo y de las sanciones impuestas por Occidente han mermado la imagen y autoridad de Putin, que hoy goza de un 89% de popularidad.
Por otro lado, las recurrentes maniobras y ejercicios militares de la OTAN en los países del este europeo, necesarias para la preparación y coordinación de sus fuerzas, son vistos por Rusia como "provocaciones" al lado mismo de su frontera.
En 1997, en el Acta Fundacional del Consejo OTAN-Rusia se estableció que "en este ambiente de seguridad, la Alianza ajustará sus necesidades de defensa con refuerzos y no por medio de un despliegue militar permanente en los territorios de los nuevos estados miembros", o sea, los ex satélites soviéticos. No obstante, ese "ambiente de seguridad" imperante a fines de la década de 1990, según los estrategas de la OTAN, terminó cuando Rusia decidió anexar Crimea, lo cual demuestra que la voluntad de responder a los desafíos de Moscú es hoy mayor que antes. Según el secretario de Defensa de EE.UU., su país "defenderá a los aliados sin embarcarse ni en una guerra fría ni en una guerra caliente con Rusia".
El panorama descrito no es una Guerra Fría, pero el lenguaje y los actos son crecientemente parecidos. Con Rusia, hay que "minimizar el riesgo de malentendidos que deriven en una escalada", señaló acertadamente un alto personero alemán, al insistir en que debe haber un diálogo con Moscú. Aun así, se discute en Bruselas, sede de la OTAN, cuáles serían las líneas rojas de la Alianza Atlántica para poner en práctica el artículo 5, el de la defensa colectiva.