Señor Director:

La epifanía ha terminado por esfumarse. Con la designación de Nicolás Eyzaguirre en la Segpres se cierra definitivamente un período para olvidar. Esa revelación que había proporcionado el movimiento estudiantil de 2011 derivó inexplicablemente en una estrategia política que despreciaba el crecimiento como un pilar fundamental para el desarrollo del país -y ciertamente para la lucha contra la desigualdad-. A la vista de sus efectos casi inmediatos, la enorme clase media, surgida del crecimiento sostenido a lo largo de tres décadas, no se demoró en restarle respaldo al mismo Gobierno que había elegido con una alta mayoría poco tiempo antes.

El nuevo Comité Político representa el abandono del desvarío que ya movilizaba las retroexcavadoras para el asalto de las instituciones. Es la vuelta al realismo político y, sobre todo, a la calidad en la elaboración de las políticas públicas, en lugar de la improvisación y la chapucería que por momentos dominó el quehacer gubernamental en 2014 (cómo no recordar la impresentable reforma tributaria aprobada por la Cámara de Diputados, apenas corregida en su paso por el Senado).

El trío Burgos-Valdés-Eyzaguirre enfrenta formidables desafíos en el contexto de una crisis de confianza generalizada y una desaceleración amenazante, pero se puede apostar que lo enfrentarán con inteligencia política, construida sobre la base del diálogo, de reconocidos frutos para Chile y sus ciudadanos en el último cuarto de siglo.

Claudio Hohmann