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Editorial
Lunes 29 de junio de 2015
Carrera contra el tiempo
"Así como los cielos de Santiago, el horizonte de la economía nacional parece haberse nublado bajo una densa y tóxica capa de esmog..."
El ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés; el Banco Central, organismos internacionales y analistas independientes han alertado sobre el mal clima reinante en diversos círculos económicos. Las encuestas sugieren que en las últimas semanas las expectativas tanto de los empresarios como de los consumidores han vuelto a caer. Mientras a las primeras se les atribuye un rol crucial en la inversión y el empleo, las segundas podrían provocar una peligrosa disminución en el consumo. Los mercados confirman la inquietud: en el mes, las bolsas han borrado sus ganancias de principios de año y el dólar ha retomado su carrera alcista. Así como pasa con los cielos de Santiago y de varias capitales regionales, el horizonte de la economía nacional parece haberse nublado bajo una densa y tóxica capa de esmog.
Disienten los expertos sobre las causas del pesimismo. Unos subrayan la importancia de factores externos, como el término del gran auge minero, cuyo efecto también se observa en otras economías de la región. Otros -entre los que, sorprendentemente, se encuentra el ministro de Hacienda- hacen ver que la "ansiedad" sería una consecuencia inescapable de las reformas que impulsa el Gobierno, un costo "que vale la pena pagar". Agregan que los escándalos políticos habrían contribuido al mal ambiente. Por último, desde la oposición reclaman que son las reformas mismas, y su defectuosa implementación, el origen de la incertidumbre y el desaliento.
Cualquiera sea la raíz del mal, parece obvio que es responsabilidad del Gobierno administrar el remedio. Ha hecho bien el nuevo ministro de Hacienda en iniciar su gestión apelando al realismo económico y la disciplina fiscal. La tentación política de combatir los síntomas de la incertidumbre con más gasto público debe ser resistida, porque sería como tratar de apagar el fuego con bencina. Reconforta observar que su mensaje ha sido bien recibido por los líderes del PS y del PDC.
Sin embargo, es probable que en sus numerosos encuentros con dirigentes empresariales y políticos, el ministro haya podido ya advertir que la política fiscal no parece ser la primera preocupación. Son las dudas acerca de la capacidad de la economía chilena para retomar un buen ritmo de crecimiento lo que parece pesar más sobre las expectativas. Sin crecimiento, las inversiones no rentan, las deudas se vuelven demasiado onerosas, los proyectos empresariales y familiares deben ser postergados. El Gobierno puede hacer mucho contra el pesimismo: aclarar las confusiones que ha dejado la reforma tributaria, propiciar en el Senado una reforma laboral más equilibrada, evitar que el anunciado proceso constituyente amenace el derecho de propiedad, rectificar los proyectos sectoriales que inhiben la inversión y la productividad.
Si el Gobierno no asume esa tarea, las brumas ensombrecerán no solo el panorama económico, sino también el político. El nuevo equipo ministerial no tiene tiempo que perder.