Me hubiera gustado perder de otra manera", dijo el entrenador de la selección uruguaya de fútbol, Óscar Tabárez, la noche del miércoles después de que su equipo cayera 1-0 ante Chile en un "acontecido" partido. Minutos antes, el hombre era un energúmeno. Habló de las progenitoras de los árbitros como si alguna vez hubiesen ejercido el oficio más antiguo del mundo, profirió gravísimas acusaciones de manejos oscuros contra la FIFA, que serían la delicia del fiscal Gajardo, e injurió a cualquier chileno que se atravesó en su camino.
Pero hubo algo que Tabárez no pudo evitar: reconocer que Chile era el justo ganador. Su frase "me hubiera gustado perder de otra manera" asume la inevitabilidad de la derrota de Uruguay, solo que, por una cuestión estética, hubiese escogido formas más decorosas de ser eliminado.
Pues bien, yo me cuento entre los chilenos que hubiésemos querido que Chile ganara de otra forma. No solo el partido contra Uruguay, sino que los anteriores y los que, estoy seguro, vendrán en lo que queda de torneo. Creo que tenemos una opción real de ser campeones. Pero habría sido maravilloso alzar la Copa América ahorrándonos todos los bochornos laterales.
Le comenté esta reflexión el viernes a un amigo mío que milita en uno de los partidos de la Nueva Mayoría. Pensó unos segundos, y luego dijo algo que me sorprendió: "A varios de nosotros, en el oficialismo, nos pasa lo mismo... pero con el Gobierno".
"Expláyate", le rogué, sin falso interés.
Y se largó a hablar: "Estuvo muy bien que ganáramos la elección. Pero hubiese sido mucho mejor sin los Martellis, los Rosenblut y los Peñailillos. Eso es reprochable al menos ética y estéticamente. Igual que el "dedo de Jara". Igual que la retroexcavadora, que terminó estrellada como el auto de Arturo Vidal; solo sirvió para provocar desunión y conflictos internos".
Me quedé pensando mucho rato en la confesión de mi amigo, que hacía una conexión entre el fútbol y la política que hasta entonces yo no había visto. Y se me ocurrió que había en todo esto una gran paradoja: ni la selección chilena ni el oficialismo necesitaban hacer las cosas como las hicieron. La Roja tenía fútbol de sobra para ganar el torneo sin bochornos, y el bacheletismo tenía apoyo de sobra para ganar la elección presidencial y realizar reformas razonables que la gente apoyaría. Sin Martellis y sin retroexcavadora.
Pero la realidad es más compleja de lo que uno querría.
Quizás esta especie de insatisfacción que hay en el ambiente explique el surgimiento de nostálgicos tanto de Marcelo Bielsa como de Ricardo Lagos Escobar. Los primeros añoran la severa disciplina que imponía el ex DT de la selección, y los segundos añoran ese pragmatismo sensato que imponía el ex Presidente y que le permitía reparar estropicios y poner límites a los impulsos revolucionarios de algunos de sus partidarios.
Pero mi amigo oficialista no está deprimido, sino esperanzado. Incluso agradecido de la Copa América. "Nos devolvió la esperanza", agregó. "Gracias al 'Dedo de Jara' se ha podido revivir la gesta histórica del 'Dedo de Lagos'. Es un verdadero 'revival'. ¿Te imaginas a Jarita en una eventual franja de la campaña presidencial de Lagos? Piensa en los dos juntos, cada uno blandiendo su dedo, el dedo acusador, poderoso, guía, junto al dedo travieso, oportuno y triunfal...".
Si resulta la estrategia de mi amigo, la próxima será una campaña verdaderamente "digital".