En la aburrida, aunque necesaria cuenta pública del 21 de mayo, de casi dos horas, se despachó solo en segundos la visión del gobierno sobre la política exterior de Chile. No ocurrió lo mismo esta semana en el mensaje de gobierno de Gran Bretaña, a través de la Reina, con una duración de diez minutos. Tampoco sucede en el discurso del Estado de la Unión del Presidente de Estados Unidos, con una extensión a veces cercana a la media hora. Esos otros países, en el razonable espacio disponible, no pierden tiempo en dispersiones, se concentran en lo fundamental y se esmeran por informar a la ciudadanía y al resto del mundo sobre el estado y los planes de su diplomacia.
El paro aduanero que culminó el jueves es otra indicación de menosprecio del impacto de las decisiones internas en el resto del mundo. La paralización, además de ilegal y provocar cuantiosos daños y molestias a transportistas, exportadores, importadores y viajeros, desprestigia la imagen internacional de Chile, comprometiendo el libre comercio, eje de nuestra política económica y exterior.
Se aparta de nuestro interés por la región que permanezca acéfala la embajada en Buenos Aires; que solo en Costa Rica, Perú, y en algún país de Centroamérica, se cuente con embajadores profesionales. El resto se reparte entre políticos de gobierno. Si creemos en la integración, cabría retomar la prioridad de la Alianza del Pacífico, que hasta Brasil le ha tenido que reconocer importancia regional, en la visita de Dilma Rousseff a México, de estos días.
No ayuda a la eficacia de la Cancillería que continuemos asignándole una mínima planta y bajísimos recursos, de apenas un 0,5% del presupuesto nacional. Encomiables son los nuevos esfuerzos para proponer una nueva ley orgánica que reemplace a la vigente, concebida para otro mundo. En cambio, es lamentable que no se establezca una agencia permanente para la defensa jurídica de los intereses de Chile en el extranjero. Esta tarea se improvisa en cada caso, está dispersa en distintos ministerios y marginada del Consejo de Defensa del Estado, a pesar de la creciente exposición a demandas internacionales en contra de los Estados y más de siete años litigando ante la Corte de La Haya.
Se necesita reorganizar y abrir nuevas embajadas. El plan de nuevas misiones en África y en repúblicas de la ex Unión Soviética debe concretarse y con ello aumentar nuestra presencia en el exterior.
Muchas de estas falencias han sido planteadas infructuosamente por la Cancillería.
Es tiempo de ampliar nuestra visión internacional y de fortalecer la imagen de Chile en el exterior brindando mayor consideración, presupuesto y un decidido apoyo a la gestión de la diplomacia.