Fueron aproximadamente ocho minutos los que ocupó Joseph Blatter para dar su primera impresión oficial tras las detenciones ocurridas el miércoles en Zúrich, que desataron definitivamente el escándalo mundial en torno a la FIFA.
Y su discurso está para ponerlo en un marco: se desentendió de toda responsabilidad personal (parece que él estaba en Venus y que se enteró de repente de lo que pasaba), cargó contra quienes hoy están siendo investigados y que hasta antes de ayer eran sus aliados (la leltad nunca ha sido uno de los valores del suizo), y, para coronarla, se pone a sí mismo como el adalid del proceso de recuperación de la transparencia del organismo (Yo soy el que soy).
Caradura.
Pero en realidad eso no es lo peor. Lo más deplorable de los ocho minutos de la espeluznante presentación pública de Blatter es constatar que este discurso va en perfecta línea con los "principios" que rigen en la FIFA desde que el dinero fuera puesto en el centro de la prioridad (1974, con la asunción en el organismo de Joao Havelenge): "Nadie sabe nada", "si alguien cae, hay que patearlo en el suelo" y "los que quedamos somos los que debemos mantener el negocio bien parado".
Y el listado de mandamientos es seguido a rajatabla por todos. Por todos. No solo por quienes tiene posiciones de privilegio en Zúrich, sino que también por el largo espectro de directivos y funcionarios que, aunque no reciban directamente jugosos cheques, creen que el sistema funciona de esa manera y no se debe cuestionar aunque de tarde en tarde estalle el escándalo. Total, si la pelotita sigue rodando, todo lo demás es anexo o secundario.
La corrupción es una forma de vida en la FIFA. Y una expresión permanente en el fútbol profesional en todos los rincones del mundo.
Por eso, los conceptos "platas negras", "conflictos de intereses", "cohecho" y "fraude" se escuchan en la Federación de Turquía, en la de Italia y, por cierto, que en la chilena.
Pero es mejor quedarse callado. No alegar ni descubrir velos.
La técnica ya está asumida. Si hay algo que suena mal, alguna cosa que parece media chueca y que sería bueno investigar, es mejor reunirse en un consejo a puertas cerradas por horas para dar la impresión de que las cosas se están tomando seriamente, no hablar directamente luego de ello, y mandar un comunicado diciendo que todo se aclaró.
Es la fórmula perfecta. La que se craneó en Zúrich, la que se aprendió con los años y que es aceptada unánimemente por aquellos que están en el fútbol "para hacerlo más grande". Y la que Blatter nuevamente en ocho minutos actualizó para que a nadie se le olvidara...