Señor Director:

Los argumentos que favorecen la sustitución de la Constitución vigente encuentran su raíz en diversas concepciones políticas, y el profesor Julio Alvear acierta en su crítica del 25 de mayo a los que derivan de una de ellas, la que comprende al Poder Constituyente como un poder totalitario.

Pero si él puede terminar su carta preguntándose "si el país le ha dado al Poder Constituyente competencia tan desmedida", es porque reconoce que existe una cosa llamada "país" que posee una potestad en virtud de la cual puede conferir "competencia" para tomar cierta clase de decisiones cuya legitimidad depende, parcialmente al menos, de la medida en que se respeten los límites previamente definidos por el país al que le afectan.

Lo importante, entonces, es que la sustitución de la actual Constitución se haga mediante un procedimiento adecuadamente formalizado que garantice la efectiva participación de esa gente sensata -el país del que habla- que cuando aspira a cambiar la Constitución no busca refundar la patria, sino darle un texto constitucional, especialmente en su parte orgánica, que se adapte mejor a las que prudencialmente se determinen como sus necesidades actuales, que ya no son las del pasado.

Y la incertidumbre que nos causa el llamado "proceso constituyente" morirá en el mismo instante en que este dé su fruto: una nueva Constitución en cuyo marco se desenvuelva establemente la vida política durante unas cuantas décadas.

RICARDO SALAS VENEGAS
Profesor Escuela de Derecho
Universidad de Valparaíso