El repunte de la economía, con un crecimiento de tres por ciento estimado para este año, después de siete años de recesión, no fue suficiente para que el gobierno español pudiera ganar contundentemente los comicios municipales y regionales del domingo. El desgastado triunfo electoral del Partido Popular, la pérdida de votos del Partido Socialista a favor de Podemos, y la emergencia del centrista Ciudadanos vinieron a confirmar el cambio de tendencia política de la sociedad española, que de un nítido bipartidismo en las últimas décadas, ha mutado a un fraccionamiento que obliga al diálogo y a acuerdos para formar los gobiernos locales.

Para Mariano Rajoy, responsable del despegue de la economía española y de haber saneado las cuentas públicas, evitando eliminar los programas sociales, ha sido un duro golpe que le costará digerir antes de las elecciones generales de fin de año. Su partido, a pesar de ser el más votado, no consiguió la mayoría absoluta para gobernar en solitario en diversas ciudades y regiones, lo cual lo obligará a formar coaliciones en algunas de ellas, o, simplemente, ver cómo el PSOE y Podemos (y otros referentes de izquierda) se unen para conseguir esos cargos.

Rajoy señaló ayer que es partidario de "la primacía de la lista más votada"; sin embargo, ese no sería el caso en la alcaldía de Madrid, por ejemplo, donde la fogueada Esperanza Aguirre no suma concejales suficientes ni en alianza con Ciudadanos, para acceder al cargo. En todo caso, no está asegurado que la triunfadora, la jueza Manuela Carmena, de una lista de izquierda radical, en la cual va Podemos, pacte con el PSOE. Tienen veinte días para lograrlo; de lo contrario, asume quien obtuvo más votos, es decir, Aguirre.

Ese no es consuelo suficiente para el PP, que después de haber ganado las municipales de 2011 por avalancha, no tuvo el mismo desempeño ahora y tendrá que hacer un gran esfuerzo para obtener mayoría en el próximo Parlamento. Los analistas señalan que ni el discurso, ni la estrategia, ni el modelo impuesto por Rajoy a la campaña dieron resultado. Agregan que el partido desperdició la amplia mayoría que tenía para hacer las reformas que la ciudadanía pedía, y que esta resintió de la política de ajuste que, si bien ayudó a salir de la crisis, no pudo ganarle al desempleo que, a pesar de reducirse, llega al 23,8 por ciento. También, se dice, el gobierno fue castigado por los escándalos de corrupción que afectaron a personeros ligados al Partido Popular.

Los resultados dan muestra de un gran auge de la izquierda radical, pero Podemos no ha podido sacar a relucir el salto como propio, por cuanto en diversas localidades iba en unidad con agrupaciones menores. Aun así, el PSOE acusa el golpe, y en el congreso de julio definiría una nueva dirigencia si la andaluza Susana Díaz disputa el cargo a Pedro Sánchez, que según algunos "no ha sabido imponer un liderazgo firme". En este sector, el gran perdedor fue Izquierda Unida, un referente en torno al Partido Comunista, que vio muy disminuida su participación electoral.

En el caso de Rajoy, algunos sectores están pidiendo cambios en un congreso partidario, y según señaló un editorial de El Mundo, debe haber "una renovación profunda de cargos, fundamentos y hasta lenguaje, para adaptarse al nuevo paradigma" que estaría imponiéndose en España. Después de haber perdido el liderazgo de figuras emblemáticas como Alberto Ruiz Gallardón, quien dimitió como ministro de Justicia el año pasado, y ahora a Esperanza Aguirre, una histórica dirigente popular, Rajoy también ve la derrota de cercanas como Dolores del Cospedal y otras personalidades que parecían el recambio generacional que necesitaba el PP.

Para evitar un nuevo "batacazo", como lo definió la prensa española, el PP tendrá que hacer un gran esfuerzo de renovación política, sin soltar el timón de la economía, dirección que ha ayudado a España a transitar por el camino de la recuperación económica que ni Francia, ni Italia y menos Grecia han podido llevar a cabo.