David Leavitt se dio a conocer durante la década de los 80 como un prosista de calidad que exploraba, con interés y profundidad, los ires y venires de la comunidad gay norteamericana, fundamentalmente la que vive en las grandes ciudades.
El lenguaje perdido de las grúas (1986) describía un cuadro poético y perturbador de una familia en la que el hijo es homosexual y el padre descubre esa orientación en forma soterrada.
Amores iguales (1989) ahonda en tal temática en una colección de relatos desinhibidos y de orientación francamente genital.
Mientras Inglaterra duerme (1993) vuelve a remachar en lo mismo, esta vez en el escenario de la Guerra Civil española. Al preguntársele por su insistencia en la recreación detallada de episodios homoeróticos, Leavitt ha respondido -y lo ha repetido muchas veces- que él no ve ningún motivo por el cual los escritores heterosexuales tienen derecho a pintar, con lujo de detalles, las relaciones entre hombres y mujeres, en tanto los narradores que prefieren a las personas de su mismo sexo deben privarse de hacer otro tanto. Puede tener toda la razón, pero también los lectores tienen derecho a aburrirse de tanta explicitación carnal, sea, digamos, la que se refiere a las actividades íntimas que practican la mayoría de las personas, sea la que concierne a una proporción minoritaria de la población. En el fondo, la verdad es que se diría que Leavitt, un narrador cuyos primeros títulos revelaban talento, está obsesionado con lo que se hace en la cama, algo legítimo, aunque puede resultar cansador. Sin embargo, lo malo no es esto, sino la falta de atractivo de la media docena de ficciones que este autor ha publicado en el último tiempo, situadas en ambientes internacionales, con figuras supuestamente muy sofisticadas y climas de lo más tolerantes.
Los dos hoteles Francfort , de reciente publicación, parece, al comienzo, un respiro en relación con lo anterior y también un cambio en las preocupaciones de Leavitt. Estamos en Lisboa en 1940 y la ciudad se encuentra repleta de refugiados de toda Europa que huyen del nazismo, debido a que son judíos o perseguidos políticos. Dos matrimonios de nacionalidad estadounidense, cuyas esposas son de origen semita, se conocen, se sondean, traban amistad y empiezan a suceder cosas turbias entre ellos. Peter, vendedor de autos en París, y Julia, una ociosa redomada, han sorteado todas las barreras, las trabas burocráticas y han tenido que gastar ingentes sumas de dinero para llegar a la capital portuguesa a la espera de un barco que los traslade a Nueva York. Ella juró que jamás volvería a su patria por causa de desavenencias familiares y él ha sido un esclavo de los designios de su señora, salvo que tiene mayor noción que Julia del peligro que los acecha. Edward e Iris son un caso diferente, porque el marido es un exitoso novelista policial y su pareja le provee del material para sus truculentas historias. Hasta aquí, si a uno le gusta el diletantismo, vamos bien, pues nada indecoroso sucede.
No obstante, apenas se conocen, literalmente a las 12 horas después de que se vieron por primera vez, Edward y Peter se embarcan en un turbulento affaire , a iniciativa del primero y con el feliz consentimiento del segundo, que nunca en su vida ha tenido esa clase de experiencias. Iris ha sabido desde siempre las inclinaciones de su cónyuge, las ha propiciado e inclusive ha llegado a compartir el lecho con algunas de sus conquistas. En cambio, Julia está en la luna con respecto a las nuevas aventuras de su cuarentón consorte y por ningún motivo debe enterarse, ya que eso la destruiría, algo bastante implausible si se nos presenta como una dama impávida ante cualquier cosa, excepto regresar a su país natal. En adelante, Peter y Edward se dedican alegremente a practicar la sodomía, saliendo por su cuenta, recurriendo a arriesgadas estratagemas, buscando lugares propicios donde ocultarse por unas horas, mientras Iris y Julia salen de compras o dan rienda suelta a la lengua.
Nada de pasional, tórrido o desgarrador posee el lazo entre Edward y Peter y aparte de cierta inverosimilitud, quizá esto no sea criticable o bien Leavitt ya es incapaz de concebir una trama sugestiva en torno a su sempiterno tópico. Lo grave es la absoluta falta de conciencia de los personajes y de paso del propio autor, frente a una tragedia que sacudía a todo el mundo y que se expresó en la peor conflagración bélica de que se tenga memoria. Así,
Los dos hoteles... naufraga por su inconsistencia ética y su escaso valor literario.
Los dos hoteles Francfort
DAVID LEAVITT
EDITORIAL ANAGRAMA, BARCELONA, 2015,
303 PÁGINAS, $26.540.
NOVELA"Los dos hoteles Francfort" parece, al comienzo, un cambio en las preocupaciones de Leavitt.