Lo primero que llama la atención en esta película es su formato, vertical en la mayor parte del relato, que se expande solo por unos minutos hacia la pantalla horizontal. El corte vertical crea un espacio opresivo, recortado, donde los personajes se mueven con cierta estrechez y el espectador queda en la posición del fisgón, el que mira a través de una rendija el despliegue de una historia que se desarrolla en la intimidad.
En una Canadá ficticia, donde la nueva ley S-14 permite a los padres internar en centros estatales a sus hijos con problemas psicológicos, Diane "Die" Després (Anne Dorval), una viuda de 46 años, juvenil y liberal, debe retirar a su hijo Steve (Antoine-Olivier Pilon) de un colegio en el que ha provocado un incendio y serias heridas a un compañero.
A sus 16 años, Steve carga con un trastorno con déficit de atención con hiperactividad que hace imposible su permanencia en los colegios y lo convierte en un adolescente agresivo, insolente, inquieto y a veces violento, que se descontrola con facilidad. Para Diane, que sobrevive con dificultad sosteniendo unos empleos inestables, dedicar a su hijo el tiempo excesivo que demanda es un problema mayor, pero cuando una autoridad escolar le sugiere recurrir a la S-14, lo rechaza de manera tajante.
Diane se prepara para lidiar con los estudios retrasados de Steve. Justo entonces aparece en sus vidas Kyla (Suzanne Clément), una tímida profesora secundaria que pasa un período sabático en el barrio. Kyla tiene un marido y una hija, pero su enigmático desapego con ellos y sus problemas de lenguaje sugieren un quiebre emocional que en alguna arista ha tenido relación con su familia. Nada sabemos de su pasado ni del conflicto que la ha llevado hasta ese estado.
De cualquier modo, la vecina Kyla toma a su cargo los estudios de Steve y por unos días aparece entre los tres algo parecido a la felicidad. Es entonces cuando la pantalla se amplía, como si un aire libérrimo entrara en este drama cerrado y encerrado. Son solo unos minutos, porque las faltas pasadas siguen acorralando a Steve, cuyo amor adolescente por su madre no es suficiente para controlar sus impulsos, a pesar de su temor visceral a dejar de ser querido por ella.
Xavier Dolan, llamado el "niño terrible" del cine canadiense, dirige esta historia con un singular sentido de la tensión. Es un relato crispado, donde casi no hay un momento de reposo. Cuando no son los personajes los que se ven al borde del estallido, es el clima el que parece presagiar alguna desgracia mayor, por no hablar del formato de la pantalla. A pesar del fuerte compromiso estilístico con que filma, las simpatías de Dolan no son del todo evidentes; el complicado juicio sobre los personajes queda liberado al espectador, después de más de dos horas de disyuntivas morales tremendas. Es una película dura, a veces cruel, pero también un ejemplo de cine maduro, sensible, inteligente.
Mommy.
Dirección: Xavier Dolan.
Con: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon,
Suzanne Clément, Patrick Huard, Viviane Pascal.
139 minutos.